Amor Imprudente (Blame II)

Prólogo.

Madrid, España.

Correr.

Eso es lo único que cruza por mi mente ahora, correr lo más rápido que pueda sin mirar atrás, correr sin pensar en nada, correr como si estuviese en una puta maratón, correr, correr, correr.

Es increíble como la vida puede dar giros tan bruscos en tan poco tiempo, sin previo aviso, sin un ultimátum, y eso es exactamente lo que acaba de pasar hace al menos dos minutos en ese lugar. Desearía no haber venido, desearía que estuviese aquí, desearía haber tenido más tiempo.

¿Alguna vez han visto una película de esas en la que el protagonista corre por su vida y de repente tropieza cayendo al suelo? Todos pensamos en algún momento de nuestras vidas que era patético, que solo pasan en el cine esas escenas tan ridículas, pero vaya sorpresa, no ocurren solo en las películas. Choco contra una rama levantada y caigo al suelo, siento como la sangre comienza a correr por mi pierna y hago una mueca de dolor, pero ni siquiera volteo. Me levanto como si flash se hubiese apoderado de mi cuerpo y comienzo a correr de nuevo, sin detenerme, sin poder hacerlo.

Siempre he odiado los bosques, en mi opinión es la escena perfecta de una película de terror... si gritas nadie te oye... si corres no encuentras salida y si te detienes cada simple animal parece estar vigilando tus pasos. Hasta la luna, que siempre ha sido bella, en el bosque solo parece iluminar el camino que te guía hacia tu peor destino.

Con cada paso siento como si mis piernas estuviesen al borde de rendirse y colapsar, siento como si mis pulmones se hubiesen desconectado de mi sistema y el aire no llegase a ellos. Me cuesta seguir, me cuesta creer que voy a salir de esto, pero no puedo detenerme, no aquí, no ahora.

¿Cómo llegué a esta situación? Esa es una pregunta curiosa, ni siquiera yo lo sé, pero supongo que tuvo que ver con aquello... todo tiene que ver con aquello. Todo tiene que ver con él...