Capítulo 14

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Con ímpetu abro la puerta, y entro a la habitación de improvisto.

Y que satisfacción siento al ver su cara de asombro, mientras se encuentra acostado en la cama, viendo la televisión.

Nos quedamos mirando en silencio, directo a los ojos, y sin apartar la mirada. Pese a eso no siento tensión, ni incomodidad. Solo una fuerte carga sexual.

- Te has confundido de habitación. - comenta, rompiendo el silencio. - No quiero ser portador de malas noticias, pero te recuerdo que la tuya no lleva puerta.

- Vengo por lo que me debes. - sentencio.

Siendo franco, no pensé nada de esto. Tan solo estoy actuando según mis impulsos.

Eso es lo unico que extraño de aquel Izan. Que se dejaba llevar por lo que sentía. Aunque... si hubiera sido más prudente puede que me habría ahorrado el corazón roto.

- ¿Y que es lo que le debo al hijo del clan Markov? - pregunta con esa sonrisa altanera.

- Sabes bien. - respondo firme, acercándome más a él.

Atlas se para, y se encamina hacia mi. Lo miro con atención, de arriba a abajo. Ya está vestido para la cena, por lo que lleva puesto una camisa blanca, un pantalón negro de vestir y esos zapatos lustrosos. Todo de él emana ese aroma a perfume dulce, con la mezcla fuerte del cigarrillo. Y es como si tuviera la certeza de que podría reconocer ese olor sin importar que.

- ¿Y bien? - habla provocativo al quedar frente a mi. - ¿Qué esperas? - sonríe arrogante. - Ven a por ello.

Lo tomo de la camisa, con ambas manos y los atraigo más cerca mío. Él no aparta esa sonrisa altanera suya, tan característica, entre tanto nuestra respiración se entremezcla, y la punta de nuestras narices se tocan. Sus labios rozan los míos, en una breve distancia que me hace agonizar.

Necesito besarlo. Necesito que me beses.

Ahora comprendo porque todos se reían de mi cuando dije que no era mi tipo. ¿Cómo no podría ser el tipo de alguien? Si ese hombre es magnético. Es imposible resistirse a esa personalidad, aunque al principio parezca fastidioso. Terminas cayendo. Anhelando como idiota que te bese.

Sin embargo, él no acorta la distancia. Tan solo me mira fijo, con sus ojos brillosos y su sonrisa arrogante.

Comienzo a comprenderlo. Quiere que sea yo quien de el paso. Y algo me dice que no me cree capaz.

Pero se equivoca.

Y lo beso.

Y tan rápido como me corresponde, me invade una excitación que se extiende a lo largo de todo mi cuerpo, que me hace alabarme a mi mismo de haberlo hecho, y a la vez maldecirme de haber tardado tanto.

Sus labios son cálidos, y húmedos. Pero lo que más me gustan es que en ningún momento me sueltan. Se aferran a los míos, tanto como ellos a los suyos.

No es uno de esos primeros besos de descubrimiento. No. Atlas me besa como si ya conociera mi boca, y la estuviera reclamando como suya, queriendo marcarla. Y eso logra excitarme aún más.

Siento sus uñas aferrándose a mi espalda, deslizándose atraves de la remera, deseando que me la arranque.
En lugar de eso, yo de un tirón le abro su camisa, oyendo el repiqueteo de los botones que caen al piso. Se la termino de quitar y la arrojo a un lado.

Acaricio su torso y desciendo por todo ese abdomen marcado.

Impacto contra la pared, con él encima mío.

- Era mi camisa favorita. - habla jadeando, entre besos y mordidas en mi mandíbula.

- Te comprare una igual. - digo sin dejar de tocarlo.

El legado de la Mafia (Mafia Marshall V)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora