prólogo

10 1 0
                                    

-Sabes que es de mala suerte ver a la novia antes-, dijo ella con un dejo de superstición en la voz.

-Sabes que no creo en tonterías-, respondió él, acercándose con una sonrisa.

-Bueno, tontería o no, se nos hará tarde-, insistió ella, tratando de disipar el nerviosismo que sentía.

-¿Por qué eres así, Dayana-, preguntó él con una expresión confusa en el rostro.

-¿Así, cómo?-, respondió ella, buscando entender a qué se refería.

-Tienes algo especial para mí, tan hermosa como el día que te conocí-, expresó él, con una mirada que reflejaba amor genuino.

-Eso es porque estás enamorado y no ves mis imperfecciones-, bromeó ella, intentando aligerar el ambiente tenso que los rodeaba.

La habitación se llenó de un silencio cargado de emociones encontradas. Ella miraba por la ventana, contemplando el día soleado que contrastaba con sus propios pensamientos turbios. Él observaba cada gesto de ella con una mezcla de admiración y preocupación, consciente de que cada segundo los acercaba más a un cambio irreversible en sus vidas.

El reloj en la pared marcaba las horas que parecían avanzar más rápido de lo habitual. En ese pequeño apartamento, ambos se encontraban en un limbo emocional, entre la ilusión del amor y los nervios propios de un paso tan significativo como el matrimonio.

-Dayana, ¿estás segura de esto?-, preguntó él finalmente, rompiendo el silencio que se había vuelto casi palpable.

Ella se volvió hacia él, buscando sus ojos llenos de incertidumbre pero también de determinación. -Sí, estoy segura. Aunque sé que es de mala suerte, estoy segura de que quiero verte antes de la ceremonia-.

Él sonrió, aliviado por la respuesta. La tensión se disipó gradualmente, dando paso a un sentimiento de complicidad renovada entre ellos. Sabían que, pese a las supersticiones y los nervios, estaban listos para dar el paso juntos.

El día avanzó con una calma que contrastaba con la agitación interna que habían experimentado horas antes. Cada detalle de la preparación cobraba un significado más profundo, como si cada flor, cada canción elegida, estuviera destinada a sellar un compromiso no solo entre ellos dos, sino con el destino que habían elegido compartir.

Así, entre risas nerviosas y miradas cómplices, Dayana y él se prepararon para encontrarse nuevamente en el altar. No importaba la superstición, ni las dudas que pudieran asaltarlos en el camino. Lo único que importaba era el amor que sentían el uno por el otro, ese sentimiento que había crecido desde el día en que sus caminos se cruzaron por primera vez.

Y mientras el sol se ponía lentamente en el horizonte, ellos se prometieron amor eterno, desafiando las creencias y abrazando el futuro incierto con la certeza de que juntos podrían superar cualquier obstáculo que la vida les pusiera en el camino o al menos eso es lo que me gusta imaginar si nada malo hubiera ocurrido.

Dayana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora