Abro mis ojos al percibir la claridad darme en la cara, como todas las mañanas. Pero a diferencia de las otras, está vez no me molesta tanto. Supongo que se debe al haber tenido sexo toda la noche, que eso logro ponerme de buenas.
Otra vez estoy en mi habitación. Volví luego de que lo hicimos en la encimera de la cocina y nos fuéramos a duchar. Si, también juntos. Y si, tuvimos sexo allí también. Creo que apenas si dormí cuatro horas.
Hoy sin duda va a hacer un día largo.
Mi suposición es confirmada cuando me pongo en píe y me invade un dolor que se extiende en todo el cuerpo, en especial el trasero. Me encamino hacia el baño, caminando a duras penas, maldiciendo a Atlas y a su pene, pero sobre todo a mi por dejarme convertir en pasivo.
Vuelvo a lanzar otra maldición, cuando al verme en el espejo del baño, veo que tengo pequeños moretones en la parte de la cintura. Y comprendo que son sus dedos marcados en mi piel, al aferrarse a mi para embestirme contra él. Me miro de atrás y veo que en mi nalgas también tengo más moretones, además de la marca de sus dientes.
- Salvaje de mierda. - refunfuño.
Me meto en la ducha, y me doy un baño a ver si así consigo despabilar un poco. No creo que Mushu me de el día libre si se lo pido, ni aunque él sea el causante de que me encuentre bastante incapacitado. Estoy seguro de que lo va a considerar una prueba de resistencia. A ver cuanto tiempo me puedo mantener el píe, luego de que me perforara el trasero toda la noche.
Me da un escalofrío al venirme a la mente el recuerdo de lo que me conto anoche. De lo que su padre le hizo en forma de castigo, y lo que le hubiera sucedido a su hermana si él no se hubiera echado la culpa. Eso hace que lo tenga en mejor concepto, dado que estoy seguro de que sabía que algo le sucedería, pero aún así no impidió que tomara el castigo por ella.
¿Qué otras cosas más habrá tenido que atravesar? Ahora siento mucha curiosidad por saber más de él.
Al regresar a la habitación, tan solo con la toalla atada a la cintura, me sorprendo al ver al rey de Roma allí parado, dentro. Veo que lleva la ropa de entrenar. Cuando sus ojos se posan en los míos, me sonríe.
- Ah no. - hablo con voz firme, apuntándolo con el dedo. - No de nuevo.
Lanza una carcajada, haciendo su cabeza para atrás. Y eso consigue encantarme.
- Entrenar también es prioridad nacional, incluso más que el sexo contigo. Por muy bueno que sea. - Me deja sobre la mesa de noche el vaso con el liquido verde, y junto a esto un analgésico. - Te espero abajo. - comenta pícaro, sonriendo altanero. Antes de que se de la vuelta le enseño mi dedo medio. Vuelve a reír. - ¿Sabes dónde puedes meter ese dedito?
- Largo de aquí. - sentencio.
Sale de la habitación, acompañado de su risa, la cuál resuena por los pasillos. Pongo los ojos en blanco, con una sonrisa en mi rostro y voy al vestidor para ponerme la ropa de entrenar.
Una vez que termino de cambiarme, tomo el batido y el analgésico que me dejo, y voy a su encuentro. Al ir descendiendo por las escaleras, lo veo en la punta, esperándome.
- ¿Qué ahora aguardaras por mi e iremos a todos lados juntos? - bromeo cuando quedo a su lado.
- No listillo. - responde. - Pero hoy es un bonito día de sol, así que pensé que para hacer algo diferente entrenaremos en el jardín. Tengo el presentimiento que no pasas demasiado tiempo afuera. Necesitas vitamina d en la cara.
- ¿Y para que son los palos? - pregunto al percatarme de lo que lleva en la mano. Dos palos largos de madera. - ¿Me darás un correctivo cada vez que lo haga mal?
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El legado de la Mafia (Mafia Marshall V)
Romance*SPOILERS "HIJO DE LA MAFIA"* Izan Marshall ha tocado fondo, luego de perder aquello que más quería. Con el corazón roto y desmotivado cree que nada más volverá a producirle alguna clase de emoción, hasta que entra en su vida Atlas Hyun, el heredero...