Un marginado, desolado, desconfiado. Retorcida era mi mente que sombreaba a mis marfiles como dientes en la crepuscular noche sin almas ni espíritus. Mi nombre invisible e inservible únicamente es recordado por un niño con el deseo de ser amado. El astro en el cielo guiaba a sus menores protegidos en la oscuridad de un cosmos deslumbrante que me opacaba, me ocultaba, me aislaba y desconectaba pero para mi alivio las masas flotantes, siendo traslúcidas, me aliviaba mi dolor persistente en mi córnea y a evitaba que mis neuronas se separen y rasguen, el brillo con deseo de ser despampanante ya no me distraía de mis delirios de corazones consumidos por la podredumbre llamada «oscuridad».
Un camino vacío y sin rumbo era el que me guiaba en la penumbra de mis pensamientos, mis ojos se dirigían a las baldosas cinceladas con silueta sombreadas como un decorado del desierto como calle, mi mente no comprendía que un ser pueda gastar tiempo de su vida para embellecer una calle que a los años se pudrirán a causa del tiempo. Mis pies jugaban a no pisar la separación entre baldosas, mis recuerdos de hace seis día cuando aún era un niño seguían frescos en mi memoria, después de todo, todo ser recuerda su nacimiento desde la primera trillonésima de un segundo. Mis pies jugueteando siguieron su rumbo indefinido, mirando casas, callejones y parques notaba un crecimiento del agua y tuberías dominadas por la destrucción, pero como si fuera un milagro, ninguna baldosa estaba rota, o al menos hasta donde habían podido ver mis borrosos y sensibles ojos.
Mi mirada fue conducida hacia el frente, al instante en un reflejo que descoloca y confundía las leyes de la física, mis pies se detuvieron y mi cabeza esquivo una rama cual flecha señalando el camino por el que llegué, mis ojos tardaron unos segundos en reaccionar pero al enfocarse un árbol moribundo sobresaliendo entre las baldosas, rompiendolas, desplazandolas y alzandolas. El árbol parecía querer comunicarse conmigo y que reaccione a los sentidos de un ser con conciencia y sentido del valor hacia la vida, pero mis sentidos habían desaparecido antes que siquiera yo naciera.
Mis pasos prosiguieron con su curso anterior, ignorando los consejos de un árbol con el deseo que la vida prevalezca ante todo. Aunque esas baldosas me inquietaban, tanta perfección para que un simple árbol lo convirtiese en imperfección, no lograba hallarle el sentido a eso, o quizás solo sea mi locura influyendo en un tema sin importancia. Dejando de lado mis inseguridades acerca de mi cordura proseguí mi camino, las baldosas sin imperfecciones se volvieron oscuras, recubiertas por la acumulación de polvo producida por los milenios pasados desde su creación.
Las cosas ya no tenían lógica alguna, las puertas fueron suplantadas por distorciones de materia acumulda en un mismo sitio, y en las ventanas ahora habían rasgaduras en el tejido material ocasionadas por un vacío que traspasa lo inmaterial y abstracto, dejando observar la infinidad del cosmos en su máximo esplendor de incomprensible e inimaginable. La cantidad de información olvidada antes de que siquiera la vida fuera una posibilidad era inconmensurable. Mis pies nunca frenaron, siempre rectos y firmes hacia un rumbo fijo, rumbo el cual yo no conocía.
El agua se volvía negra con el paso de mis pasos, y las tuberías rompían las baldosas y traspasaban las paredes, el agua se había acumulado en el lugar faltante de una baldosa, esta era la primera que veía un charco en mi corta pero extensa vida, y por esta misma razón me sentí tan atraído por el charco, junte mis manos, formando una especie de recipiente para contener el agua, cuando la toqué estaba seca, no estaba húmeda como había dado por sentado, y cuando la alcé en mis manos la intente comprimir para que escurriera por estas, pero cuál cristal, el líquido se fragmentó en múltiples partes de una sustancia viscosa pero sólida, el propio mundo ya no entendía en donde se encontraba, aplicando deformaciones de la física y la cuántica, tal como en un agujero negro, una brecha en el espacio-tiempo, un concepto llamado «singularidad».
Decidí seguir mi curso de nuevo, pero ahora tenía un sentimiento de mal presagio, sentí ojos en todos los lados me sentí observado por un ser superior controlador del cosmos, y yo solo en una pequeña parte de sus experimentos, yo solo era un medio de entretenimiento originado con el único propósito de distraer a una entidad superior, con el poder necesario para aniquilar todo a raíz de su omnipotencia y superioridad.
«La autoridad divina», así fue como nombré este sentimiento de ser espiado por un ser superior y sentirse insignificante sin siquiera presenciar su aura. Mi mirada se posicionó sobre un callejón y por un instante pensé que habían visto algo escabullirse por la oscuridad, pero pronto me di cuenta que era mi paranoia que estaba carcomiendo mi mente a un ritmo sumamente acelerado.
Mi mente se estaba desbordando y mis sentidos se atenúan, incluso por un momento pensé en volver, pero no podía, mi cuerpo me pedía con ansias responder la incógnita de mi mundo, el deseo de conocerlo todo era algo increíble y sumamente poderoso, pero a su vez muy irracional.
A mis pasos rítmicos y continuos, mi mente creaba una melodía en mi subconsciente, una melodía la cual intentaba calmar mis pensamientos y ayudarles a darle sentido a mi situación, incluso podía escuchar agua escurriendo por debajo mío. En ese momento me di cuenta que la melodía no se originaba en mis pensamientos, provenía del exterior. Como una exploción, una baldosa en frente mío se desintegró en el líquido que salió disparado a través de un hueco que había por debajo de la baldosa, este suceso solo me enseñó algo, las baldosas deben ser muy frágiles para ser desintegradas por un chorro de agua. Eventual y sorpresivamente, la gravedad seguía influenciando este mundo y atrajo al agua al suelo desparramando y salpicando todo a su alrededor, pero al estar seca esta no me empapó en lo más mínimo, y por irónico que sonase el agua en este mundo era hidrofóbica.
Viendo que no quedaba el más mínimo rastro de líquido en mi cuerpo, al seguir caminando noté como las calles se anchaban y aparecían una mayor cantidad de callejones, pero estos parecían haber sido anteriormente una casa común y corriente, ahora sumida en la oscuridad absoluta. Mis pensamientos viajaban a más de mil preguntas por minuto y ninguna de todas las preguntas obtuvo una respuesta, más bien, cada pregunta generaba miles de preguntas más. Este lugar parecía estar hecho para confundir a cualquiera que se encuentre caminando por sus veredas.
Por cada minuto que caminaba mi mente se nublaba, ya que al parecer, este mundo al estar desalmado me confundía tanto que me irritaba. Desde que me aleje del árbol siento un desprecio mucho mayor por la vida contrastado por una indiferencia por la muerte. Ese árbol era mucho más importante de lo que parecía, era como si un sabio con todo su conocimiento y experiencias variadas me diera advertencias y consejos los cuales uno no entendería hasta que ya fuese demasiado tarde y este era mi caso, la vida y la muerte, en mi conciencia ahora eran sólo términos que llegan a un único fin, el «olvido».
En vez de seguir caminando por la vereda por la eternidad decidí caminar por cuenta propia por primera vez, y bajé a la calle, una calle que no tiene sentido su misma existencia, para mi era una de las tantas anomalías irracionales a las que cuestione. Al momento en el que pisé el suelo y caminé unos pasos mis piernas cedieron y caí, mis extremidades tapadas por la oscuridad del mundo se apoyaron en el suelo, gotas creadas por mi cuerpo escurrieron por este, chocando contra el suelo sentía que el sonido se había ampliado enormemente, por cada gota que tocaba la calle mis oídos aullaban con dolor, y mi cuerpo temblaba.
Un momento después mi cabeza se alzó repentinamente y por instinto se dirigió hacia el cielo, las masas flotantes se habían dispersado dejando a la vista el gran y hermoso cuerpo celeste, pero ese no era mi centro de atención, yo me concentraba en la deforme y horrenda criatura que se alzaba contrastando al gran astro del cielo, tanta luz me daño la vista, mis ojos se irritan y un liquido salia de ellos, lagrimas, esta no fue la primera vez, pero posiblemente si fue la última.
El ser bajó, sus largas extremidades como tentáculos se apoyaron en el suelo sosteniendo su peso, su cuerpo parecía estar tapado por un manto que si te concentrabas lo suficiente podrías notar que en vez de un manto era una especie de cascarón deformado y roto colocado alrededor de su cuerpo, y por último su cabeza, esta era la parte más aterradora, ya que a su cara le faltaba el rostro y en su lugar solo habían huecos aleatorios en una masa que asemejaba a la piel por donde podías observar lo que había tras la criatura.
La criatura rompió su cascarón liberando dos extremidades semejantes a brazos, y los abrió. En ese mismo momento entendí todo, cada incógnita, cada suceso inexplicable fue explicado. En ese momento, y por primera vez en mi vida aprendí lo que es sonreir.
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El Omniconciente
HorrorEsto es una historia corta que escribí por un trabajo para mi clase de literatura, me gustó y decidí compartirla. Me inspire en la narrativa en los cuentos de H. P. Lovecraft, más específicamente en el cuento de «El Extraño». Al ser un cuento corto...