Como advertencia de los dioses, el sol sangró para una pareja de viajeros que cruzaba el bosque; sin embargo ellos siguieron oscuros por el silencioso camino. Cargaban a sus pequeñas hijas en una carreta tirada por un buey de montaña, sin percatarse de que más delante vigilaban su paso.
Como halcones, dos espadas se clavaron en el cuerpo del hombre, dándole una muerte rápida que deseó detener con la mirada. Mientras tanto la madre tomó a sus hijas y corrió por el bosque, pero aquellos bandidos la persiguieron como perros incansables. Ni siquiera el deseo por mantenerlas a salvo detuvo el cansancio de la mujer. Ellos estaban cerca; escuchaba gritos crueles, gritos que prometían dolor. Antes de caer en las manos de sus perseguidores, escondió a las bebés entre arbustos. Las pequeñas parecieron percibir el peligro pues no hicieron ruido cuando escucharon los lamentos de su madre y las risas de los bandidos; siguieron en silencio hasta que la misma calma del bosque las perturbó. Pero como una luz que nace de lo más profundo del horror, un leñador y su perro las encontraron, y rápido las llevó a donde la matrona de una aldea próxima.
Laktha, pueblo de las ovejas, pertenecía al reino de Skylar. Un lugar rodeado por los colores del invierno y la primavera, vestido con fuertes y profundos bosques. Colindaba con la cordillera de Skorkoth, una corona cruel de elevaciones puntiagudas, extensa y confusa como laberinto natural; creadora de las más terribles historias y dueña de secretos codiciados por aventureros.
En cuanto las niñas llegaron a brazos de la matrona, los aldeanos se reunieron fuera de esa casa de madera y paja, en la que ella vivía.
–Son hijas de los comerciantes –señaló una mujer.
–Pobres criaturas, la más grande debe tener tan solo un año de vida. ¿Qué será de ellas? –dijo otra.
Después de lamentar el incidente, se tomó la decisión de entregarlas al cuidado de Berta, una mujer soltera que odió esa responsabilidad desde el principio; creía que las hermanas acabarían con sus oportunidades de encontrar marido, sin embargo la matrona le dio una pequeña granja a las afueras de la aldea, para que la administrara. Al final eso y el miedo al "qué dirán" fueron suficiente para convencerla.
Como sus nombres nunca fueron conocidos, la dirigente de la aldea decidió bautizar a la mayor como Zayya, y a la otra Eva.
Desde el primer momento Berta se dedicó a tratarlas como esclavas. Nunca permitió que la vieran como a una madre, sino como a alguien superior al que le debían todo. Jamás les hablaba de sus padres y les prohibía hacer preguntas al respecto. Frente a las demás personas trataba de sonreír, pero si una de las niñas hacía algo que la irritara, llegando a casa la molía a palos.
Al principio las niñas obedecían por temor a la ira de la mujer. Hablaban poco dentro de la casa, siempre con la cabeza agachada, pero después encontraron la manera de salirse con la suya. Charlaban junto al molino de grano y soñaban mientras cuidaban ovejas. La pequeña Eva tenía la imaginación más extensa pues era capaz de transportar la mente hacia las nubes donde inventaba romances entre el señor viento y la dama águila, batallas entre gavilanes y ejércitos de mosquitos, conversaciones entre el rey del lago y un ciervo. Zayya sonreía y aplaudía pues la imaginación de Eva fue siempre su mejor aliada.
Cuando la menor de las hermanas cumplió diez años, se dio cuenta de que la gente del pueblo las miraba con lastima, aunque no se involucraban con lo que ocurría en la granja de Berta. Tan solo se trataba de gente con moral frágil, lista para mostrarla de su casa para afuera. Una vez, la protectora de las jóvenes, ató a Zayya a un árbol y la azotó con una cuerda hasta deshacer su ropa. Eva no pudo quedarse a esperar su turno y corrió hasta donde la matrona para acusar los maltratos de Berta. Sin embargo ella no hizo nada.
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La mujer del dragón
FantasyLos juglares cuentan la historia del tesoro perdido en Skorkoth, custodiado por Iskran, el dragón negro. Muchos han ido en su busqueda; ninguno ha regresado. La leyenda se convirtió en mito y, al final, en cuento para asustar niños. Pero Eva, una jo...