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El punto perfecto para verlo es desde la mesa en el fondo, alejada de los demás y la mejor para admirarlo. Él se mueve con elegancia, llevando los pedidos con maestría y sonrisas superficiales en el rostro.

Nadie nota, en lo absoluto, que sinceras sus muecas no son. Están absortos en la belleza de su cara, en el brillo de sus ojos y en su melena, tan rubia como ricitos de oro.

Él no es grosero, un mesero no tiene permitido ser descortés con un cliente y, aunque lo fuera, seguramente nadie lo notaría. Las muchachitas están sumergidas en su hermosura, los adultos son distraídos y algunos hombres incluso con coqueteos indecentes lo llaman.

Dee, el chico rubio que roba miradas y suspiros, es ciertamente de buena clase social, quizás para las señoritas, eso es más importante que sus tratos hacía ellas. Él nunca pierde su postura, se mueve con gracia y los pedidos en las bandejas las lleva con agilidad.

Las personas de afuera no entienden porqué trabaja, nunca le ha faltado un solo centavo, sin embargo, nadie comprende que volar por su cuenta quiere.

Desde donde estoy, lo admiro. Me encanta hacerlo por las tardes cuándo el olor a café y pan recién hecho se esparce por el lugar, se mezcla con su aroma y se impregna en las narices de todos. Me gusta verlo con su uniforme de mesero que, sospecho, mejor qué a nadie le queda; mirarlo caminar a su debido paso, recogiendo y llevando pedidos a las mesas como sí fuera mariposa que de flor en flor se pasea.

Me fascina verlo, pasar horas admirando su cabello rubio, largo como princesa y atado en coleta como caballero, su maquillaje que parece hecho por alguien con demasiada experiencia en delineados perfectos, es perfecto. Me gustan sus ojos, tan azules que dudó que el cielo o el mar no le tengan envidia porqué nada en este mundo es de un azul tan bonito como el de sus orbes.

Su mirada profunda como el universo, con el brillo en sus ojos dando envidia a las estrellas o cualquier otra galaxia que se atreva a decir que no hay suficiente vida en ellos como para no adorarlos. Me gusta su altura, es lo suficientemente alto para perderse en persona; no hay problema, no quiero salir de ahí.

La cafetería se llena siempre, es un lugar popular y yo siempre llego temprano para tomar el mejor sitio del lugar para verlo. Veo mi reloj, las manijas me han dicho que faltan un minuto para las cinco, ahora en qué su turno termina.

El mesero es misterioso, casi nadie sabe que pensamientos asaltan su cabeza ni de porqué es tan callado. Tampoco el motivo por el que no se rinde ante la belleza de las chicas o ni se inmuta contra la de los chicos. Su orientación es un secreto guardado bajo llave para muchos, escondido en una isla a la cuál sólo tienen el mapa las personas especiales.

Las cinco se dan. Pienso en lo mucho que me gusta ese chico, desde la punta de sus ricitos de oro hasta... No hay un "hasta..." Lo suficientemente bueno como para compararlo. Dee, hipnotiza, atrae como abeja a la miel y como gatos cuando buscan el calor de una mano mimosa.

Me encanta...

Heavy —el sonido de su voz me sobresalta, me asusta y mi corazón se emociona. La forma en la que dice mi nombre me vuelve loco, tanto como sí fuera el sombrerero del país de las maravillas quien me habla.

Lo veo frente a mí. Su desordenada cabellera es tan rebelde que se sale de la coleta donde Dee insiste en mantenerlos; su ropa de mesero le queda tan bien y el brillo de sus ojos al verme es tan atractivo. Me derrito ante su encanto. Le sonrió como sólo se sonreír cuando está frente a mí.

—Deja de verme mientras trabajo, me distraes —me reclama con su tono de voz aburrido. Yo sólo sonrió ante su gesto mientras me levanto de la mesa y comienzo a andar sobre su lado.

—No puedo evitarlo —comento con burla— Eres tan guapo cuando trabajas.

Rueda los ojos, me sonríe y cuando estamos lo suficientemente lejos de su lugar de trabajo, me abraza por los hombros. Una sonrisa florece en mis labios y en los suyos cuando lo hace, adoro cuando me protege de esa forma, me hace sentir tan querido como ningún otro ser puedo sentirse así.

Me encanta tanto que sus brazos sean mi lugar seguro.

No muchos saben de su orientación, es como un secreto pero no a voces; tampoco demasiadas personas tienen la dicha de confirmar algo a pesar de que sus deducciones sean ciertas.

¿Qué es cierto?

Qué este chico con delineados perfectos y cabello rubio es mi novio.

Mesero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora