Capítulo 17

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Al entrar a mi habitación lo unico que quería hacer era azotar la puerta con todas mis fuerzas, y meterme bajo las sabanas. Tenía una gran angustia en el pecho en forma de nudo, que me hacia que me costara respirar, y un dolor en que me recorría todos mis huesos, como si me hubieran molido a palos. Mis ojos me ardían de querer reprimir las lágrimas.

Odio sentirme así. Tan débil y vulnerable.

Me siento en el borde de la cama, y me hago para atrás, apoyando la espalda. Cierro mis ojos. Llevo mi mano a mi pecho, allí en el centro dónde tengo esa cicatriz que me atraviesa. 

Inhalo y exhalo. Inhalo y exhalo. Inhalo y exhalo. 

Repito ese accionar una y otra vez, esperando que funcione para calmar mi respiración acelerada, y ese malestar que se me instaló en mi interior.

Mientras le contaba a Astor lo que sucedió ese día, hace cuatro años atrás, volví a sentir lo que sentí en ese momento. Cuando lo vi tan feliz, y me percaté que no era yo quien lo hacía sonreír de esa manera, y que nunca lo conseguiría.

Y no hay nada que alguien anhele más que hacer feliz a la persona que ama. Que sonría de esa forma cuando te ve, o que no aparte la mirada de tus labios luego de que lo besas, o que te observe de una manera en la que te hace sentir que para él era tú y nadie más, que te elegiría por encima de todas las cosas. Que tú le das tu corazón, así como te da el suyo a ti.

Abro mis ojos sobresaltado, cuando siento una mano apoyarse encima de la mía. Me cruzo con sus ojos rasgados, que me miran cálidamente.

- Ven conmigo, te voy a preparar un té. - es lo unico que dice antes de darse la vuelta y encaminarse a la salida. 

No lo pienso demasiado y me paro, yendo detrás suyo. En un momento gira su cabeza hacia atrás y se le forma una suave sonrisa al ver que lo sigo. 

Al entrar en la cocina me siento con desgano en una de las banquetas. Atlas queda del otro lado de la encimera, y recién noto lo que lleva en las manos cuando lo apoya arriba de está. Abre la caja de madera y veo que adentro tiene pequeños frascos de vidrio, los cuales están llenos de distintas hierbas. 

- No se que impresión te he dado, pero no me drogo. - comento. 

Ríe. - Tranquilo, que es todo legal, y para nada nocivo. 

Toma la pava eléctrica y la llena con agua, para luego encenderla. Agarra dos tazas, las cuales pone encima de unos platos que hacen juego. Yo lo observo atento, mientras él tiene toda su atención puesta en los pequeños frascos, que saca de una para leer las etiquetas. Está tan concentrado en lo que hace, que parece indicar que es todo un experto.

- Cuando dijiste que sabias hacer té pensé que te referías a poner un saquito en una taza y echarle agua caliente. - comento. - Digo, como las personas normales. 

- No te rías, pero desde que soy niño que he estudiado herbología. - menciona. - Y me gusta mucho, por lo que preparo mis propios tes. 

- Oh vaya.... - hablo sorprendido. 

Y yo que lo veía como un sádico, experto en todo lo que implique ejercicios físicos, o lo que tenga que ver en la destreza de manipular armamentos. Entre tanto sin dejar de lado esa arrogancia y sonrisa burlona.

- ¿Muy ñoño que me gusta estudiar plantas y sus fines medicinales? 

Niego. - Para nada, me parece muy interesante. 

Me observa fijo, como analizándome para saber si lo digo en verdad, o en forma de broma. Pero estoy siendo honesto. 

- Te haré mi favorito. - anuncia cuando aparta sus ojos de mi, y vuelve su vista a lo que tiene en la caja. - ¿Alérgico a algo? 

El legado de la Mafia (Mafia Marshall V)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora