Prólogo.

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Prefacio.

Hola de nuevo.

Después de este largo asueto, finalmente les traigo una nueva historia. Esta vez, animado por amigas e inspiración propia, salí un poco del fanfiction para atreverme a algo más, y fincar los cimientos de un relato original.

Sólo para contextualizar un poco, esta historia será contemporánea a "La Dama de Medianoche" de Cherry Lee Up, y los eventos estarán ubicados en el reino de Aurennor y su capital Zándar (inspiradas en Inglaterra y Londres); y Corhya, y un pequeño pueblo llamado Selenópolis (inspirados en Grecia), en una época que estaría entre la regencia y la época victoriana.

Espero que disfruten de esta historia, y si es así, no dejen de hacérmelo saber, a través de un voto y un comentario.

Habrá avances y otras cosillas a través de Facebook.

¡Muchas gracias por acompañarme en esta nueva aventura!

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Prólogo.

La obscuridad estaba rota. La rompía la luz que insistía en colarse entre las cortinas de la habitación que me había visto crecer, y que ingenuamente pensé que no me recibiría de vuelta.

La verdad era que no tenía idea de cuánto tiempo había pasado, dejé de contar desde el décimo día. Me había levantado de la cama apenas unas cuantas veces en ese tiempo, en equivalencia a las veces que comí, tal vez me di una ducha, y ni hablar de salir a la calle.

Para ese punto, sólo deseaba morir.

Era lo único que seguía para mí, era el único lugar donde encontraría el consuelo, ya fuese porque me esperaba la tranquila nada, o porque se confirmarían las leyendas que hablaban del más allá. Mi parte más soñadora me hacía desear que ese fuera el destino, pues de esa manera, Asteri seguramente estaría entre las mensajeras de los dioses, enseñándoles cómo es que se ejecuta una danza de verdad.

Debíamos estar a finales del verano, la calidez de los días comenzaba su declive, aunque con franqueza, no podría importarme menos.

A la distancia, lejos de verdad, escuché que tocaban a mi puerta. Ignoré el llamado. Quien quiera que fuera, insistió, y yo simplemente no hice caso.

Finalmente, la puerta se abrió, y la luz hirió mis ojos. Lancé un par de maldiciones, e intenté cubrirme con las mantas, pero me fueron arrebatadas, y maldije una vez más.

—Gávril, es momento de levantarte. —El mensaje me llegó con una voz rasposa y una potente fragancia a maderas—. Has estado un mes aquí, ya es suficiente.
—Y estaré aquí el resto del tiempo que me quede. Puedes dejar de traerme comida si te pesa, si eso me mata más rápido, te estaré agradecido.

Sobre mi escritorio, a la distancia, había dejado los artículos con los que entró a mi habitación. Pensé por un momento que sería comida, pero no había aroma o calor.

—Deja las tonterías. Eres mi hijo. —Se sentó en el lecho de espaldas a mí, con la vista fija en sus manos—. Sé lo que estás pasando... créeme, eres la última persona a la que me gustaría ver sufriendo de esta forma.
—Lo sé... pero no deberías preocuparte más por mí, papá. Yo no lo hago, y creo fehacientemente que ya no queda nada más para mí.
—Escúchame bien, necio —susurró con la voz tensa y sin volverse a verme—. ¿Crees que eres el único aquí que ha experimentado este dolor? Pues entérate de que no. Yo también perdí al amor de mi vida junto con mis ganas de vivir, pero debía seguir por el legado más importante que me dejó, que eras tú. Por eso te suplico, no me quites al único hijo que me queda. Levántate y sigue adelante, reconstruye tu vida o reivindica tu honor... pero no te quedes tendido a morir, ¿de acuerdo?

La Bailarina ImpacienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora