Capítulo 1.

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Entrada

Miré el arma que tenía enfrente, parecía pesada y mortal, pero eso no me preocupó, la tomé sin cuidado y pesaba menos de lo que esperaba. Observé a las personas que tenía delante, ninguna parecía revelar nada, todas tenían semblantes serios y duros, la mayoría de los que estaban allí eran hombres, y al contrario de muchas otras mujeres, a mí no me hizo sentir incómoda en ningún momento. Todo estaba en silencio, solo se escuchaba una leve respiración en armonía.

-¿Y ya está? ¿Esto era tan importante? ¿Coger una pistola de un maletín?-mis preguntas revolotearon por aquel frío ambiente, el semblante de ellos no cambiaba además de que ninguno hacía algún ademán para hablar o explicar algo de lo que iba a hacer a continuación.

Guié mi mirada a uno de aquellos imponentes hombres, tenía unos ojos azules profundos, como un color etéreo, casi sin brillo. Parecidos a como si estuviera muerto pero en vida, sus rasgos eran más destacados que los demás, su pelo no era muy largo, lo llevaba más o menos un poco por encima de las orejas y era de un marrón claro muy cerca del rubio, sus labios eran finos y parecían fruncidos constantemente, su barba se podía apreciar si te fijabas bien, aunque lo que más destaca de su cara era su mandíbula cuadrada y una cicatriz que le cruzaba en forma de cruz la mejilla izquierda, una de las partes de la cruz llegaba hasta la sien y cortaba un poco por debajo de la nariz y la otra parte la atravesaba desde el ojo izquierdo hasta la patilla. Era una cicatriz muy característica, como si quien se la hubiera hecho no hubiera querido que él olvidara el por qué la tenía.

De repente, él dio una orden de avanzar, solo movió el brazo derecho y todos lo seguimos, los pasos resonaban fuertemente en la estancia conforme nos dirigíamos a nuestro siguiente destino, el lugar era parecido a un almacén con diferentes puertas, inicialmente estábamos en el centro de este, ahora habíamos pasado por una puerta, el interior estaba recubierto por láminas de metal fijadas con grandes tornillos, en el suelo se veían algunas manchas oscuras y en el techo algunas cadenas de hierro caían, serían perfectas para estrangular a alguien, mi pensamiento me provocó un escalofrío. Últimamente creo que mi cordura como ser humano se estaba destruyendo, había empezado a sentir algo a lo que se llama curiosidad, pero era una curiosidad por la muerte y por matar, por ver a los de nuestra especie sufrir. El por qué, me lo preguntaba desde hacía unos días, los pasos pararon de golpe y todos se giraron formando un pasillo para que yo pasara hasta encontrarme con ese hombre de ojos etéreos, contuvimos la mirada durante unos largos segundos, parecía analizarme, después de que él apartara la mirada, se empezaron a escuchar como una especie de quejidos. Parecidos a los que hace una persona cuando tiene algo en la boca e intenta hablar, yo aún seguía mirando la cicatriz intentando descubrir cómo se la había hecho, no aparté la mirada hasta que los quejidos se intensificaron y observé, no con horror, sino con sorpresa lo que tenía delante. Ante mí, tenía a un hombre de rodillas, con unos pantalones negros y una camisa blanca que aunque ese pareciera su color original ahora se había transformado en un extraño marrón amarillento, tenía una especie de saco en la cabeza que rápidamente le quitó el hombre que lo tenía detrás. Al ver su rostro, la sangre dejó de pasarme por el cuerpo y la respiración se me cortó. Sus ojos castaños se posaron sobre mí, su mirada de horror me recorrió por completo y en un intento de hacer aspavientos y gritar, el hombre que tenía detrás le golpeó la cabeza.

-Ahora ves para qué era la pistola, eh-una voz calmada me hablaba detrás de mí, pero al girarme no pude identificar a la persona a la que procedía. Regresé mi mirada a la persona que tenía delante, tenía que matarla, por eso había querido unirme a esto, para matar, para satisfacer ese loco deseo que sentía últimamente. Observé sus ojos cristalizarse, estaba a punto de llorar, cogí con fuerza el arma que llevaba en la mano derecha todo el rato, y le apunté, no a la cara sino en el pecho. De sus ojos empezaron a salir lágrimas mientras que las súplicas ahogadas aumentaban, sentí como mi mano izquierda temblaba, no quería hacerlo, no con él.

Who I amDonde viven las historias. Descúbrelo ahora