Su armadura pesa ante la carga del liderazgo sobre sus hombros. Es un fiel devoto de los dioses, y acepta este hecho como obra de las deidades que guían su camino. Así que cuando su mente se llena de dudas tras su último despertar, decide acudir a e...
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˗ˏˋ 𝐍𝐎𝐓𝐀 ˎˊ˗
Adoro a esta pareja con la misma intensidad por la historia, así que haré uso de ella. Algunos datos de los personajes usan como referencia a sus versiones históricas en los que están basados, como Jedediah Smith, quién era un explorador y cartógrafo. No estoy graduado en historia, así que puedo cometer errores y tampoco se latín; pero espero disfruten esto, que ellos necesitan más contenido. <3
Cuanto más me acerco a la muerte, mejor me parece divisar, por así decir, la tierra y el puerto al que tras larga travesía me toca por fin llegar.
—De Senectute. Cicerón.
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Su armadura pesa ante la carga del liderazgo sobre sus hombros. No imaginó añorar la simpleza de la toga sobre lo complejo de su lorica musculata. Ahora, décadas después de pie sobre su auditorio y frente a sus legionarios, debe enfrentar el hecho de vivir una oportunidad limitada. El período de conquista e invasión concluyó siglos atrás. La llegada de Larry llegó con la epifanía de no estar anclado al destino de su antepasado.
Es un fiel devoto de los dioses, y acepta este hecho como obra de las deidades que guían su camino. Honra sus actos con el fervor de un acólito del occidente, pero como todo hombre sobre la tierra, la duda forma parte de su ser; porqué el consigno que Las Parcas escriben de sus actos, fueron las mismas que forzaron ciegamente su mano contra el lejano oeste. Octavius es consciente de una sola cosa: no existe mayor regocijo para ellos que el suplicio de la humanidad.
Así pues, es inútil huir de su influencia. En esta ocasión no es Neptuno riendo al ver el pecio de sus barcos al provocar los mares, o el dios Marte enviando su pájaro carpintero como el presagio de un inminente derramamiento de sangre; es Júpiter plantando dilemas en su mente.
Noches transcurrieron con conformidad desde la llegada del príncipe Ahkmenrah desde Londres. Y aunque fue partícipe de la celebración junto a su fiel compañero, y cayó en un fervor ciego ante el deleite de ver a su amigo cuando creyó nunca volver a verlo, es consciente de existir con tiempo prestado.
Una vez aceptó la ayuda de un oráculo griego, quien presuntuoso, decía interpretar las palabras de los dioses. Ingenuo por su juventud, aceptó, y el castigo de los presagios fue caer en la paranoia a causa de los susurros que escuchaba en su espalda. No existe nadie con la capacidad de escribir augurios en el museo, pero si las hay deidades. Residen en un amplio salón donde dioses romanos y griegos disputan batallas por el poder.
