› una historia más de amor.

› tiempo pasado.

Nos remontamos al año 2006, en el día 14 de octubre, donde aquella niña de cabellos dorados por nombre Juliette tenía cuatro años recién cumplidos.

Era temprano, sus padres paseaban junto a ella en el auto de camino a su heladería favorita.
La madre, tan risueña y amorosa, acariciaba la mano de la chiquilla la cual intentaba ponerle una pulsera que ella misma habia creado con un hilo dental y pequeñas bolitas de plástico.

─ Mamá se mueve mucho. ─ Dijo la pequeña, arrugando su entrecejo mientras observaba el perfil izquierdo de la mujer la cual iba en el asiento del copiloto.

─ Pero que jovencita tan indecisa, si me muevo se queja pero después hace rabietas si no le doy cariñitos en las mejillas. ─ Finalizó la mujer, riendo con ternura, dejando su mano quieta para que así Juliette pudiese colocarle dicho accesorio.

─ ¡Listo! Mami bonita. ─ La niña sonreía completamente feliz, ahora prestando atención a su padre, mirando como éste cambiaba la estación de radio buscando algo de buena música.
Ella se aproximó hasta el respaldo del asiento, colocando sus manitas en los costados para sostenerse. ─ ¡Papá, mundo luna! ─ Ordenó, refiriéndose a su caricatura infantil favorita " el mundo de luna " el cual a veces pasaba por la radio.
El hombre asintió con la cabeza. No era alguien de hablar a menos que sea necesario.
Presionando los botones sin encontrar aún el canal correcto, el volumen comenzó a fallar, así que el mayor con algo de molestia agachó un poco la mirada tratando de solucionar el problema.

─ Cielo, yo lo puedo revisar, tienes que mirar el camino. ─ Regañó la mujer, dando una palmada sobre la diestra de su marido, pero éste sólo ignoró sus palabras, dejando escapar una risilla. ─ Ahh, me estresas tanto, ¿por qué nunca quieres obedecerme? ─ Sacudió su cabeza, provocando que su cabello tapase su vista, así que lo acomodó detrás de sus orejas, mirando a través del cristal, percatandose del semáforo en verde.
Al intentar alertar a su pareja, su mano fue directo al rostro opuesto, haciendo que por instinto el hombre cierre los ojos. Y en un segundo, todo se oscureció.