31. Perfil bajo

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La zona está cada vez más llena de gente a pesar de lo intrincado del lugar. Excursionistas curiosos, periodistas, incluso algún vecino del pueblo... todos rindiéndose a la curiosidad morbosa de ver un cadáver. Los agentes de policía están por todos lados intentando mantener el área segura para los forenses, quienes revisan cada centímetro al detalle.

Alan, unos metros más allá, observa el panorama en silencio hasta que uno de los agentes llega a su lado y señala a dos jóvenes que conversan cerca de ellos:

Agente: Esos dos lo encontraron. Dicen que fue de casualidad cuando intentaban orientarse para volver al pueblo. Uno de ellos revisaba el mapa y el otro comenzó a jugar con una rama para desenterrar lo que al principio pensó que era una piedra, hasta que notó que era un cráneo humano.

Alan mira hacia los dos chicos, quienes parecen estar disfrutando a lo grande sus quince minutos de fama: buscan las cámaras de los periodistas con los ojos y sonríen, respondiendo alegremente a cualquier pregunta que llega hasta sus oídos, sea o no de la policía.

Alan: ¿Cuándo ocurrió todo eso?

Agente: Ayer. Llegaron al pueblo de noche, ya ves lo lejos que estamos... Dicen que estaban muy cansados y que se fueron directamente a dormir.

Alan: ¿Es verdad lo de las fotos?

Agente: Sí, se tomaron varios selfies con el cráneo y los subieron a internet. De hecho nos enteramos porque un vecino vio las fotos y nos llamó, ellos nunca se presentaron en la estación. Cuando fuimos a buscarlos estaban durmiendo y todavía tenían el cráneo en la mochila.

Alan: Vaya par de imbéciles...

El agente asiente con un gesto de cansancio, pero de todos modos pregunta:

Agente: ¿Quieres hablar con ellos?

Alan: Lo haré cuando hayamos regresado a la estación, ahora no tengo ganas de escuchar estupideces.

El otro hace un saludo y se va, mientras Alan suspira hondo y recorre los pocos metros que lo separan de la fosa. Allí, en medio de todo el caos, descansa un esqueleto vestido con harapos. Falta el cráneo, por supuesto, pero eso no es lo que él quiere ver. Se acerca con cautela y se mantiene allí de pie, todo lo cerca que puede, recorriendo con la vista esos restos terrosos que le despiertan un temor que hace mucho tiempo no sentía.

Pero no es una sensación desagradable, todo lo contrario, es algo así como un miedo nostálgico, casi placentero. Por unos segundos cierra los ojos y se deja llevar, aunque no puede disfrutarlo por mucho tiempo: la realidad se le presenta bastante compleja ahora, y este esqueleto sólo logrará complicarla más. Tiene por delante un largo proceso de investigación y papeleo que no le dejará tiempo para nada, y lo que es peor, volverá a venir gente de la capital a meter sus narices en todos lados.

En ese momento lo sorprende el timbre de su teléfono y rechaza la llamada apresuradamente al ver los tres signos de interrogación. Es la sexta vez que el hacker intenta llamarlo, ahora seguramente le llegará otro mensaje... Una notificación le anuncia que tiene razón, así que decide cortar el problema de raíz, de lo contrario ese tipo no lo dejará en paz. 

Abre el chat mientras se aleja de los demás y lee todos los mensajes antes de responder:

Alan: Deberías haber notado ya que no puedo hablar ahora, hacker.

???: Eso no me importa en lo absoluto.

Alan: No le hice nada, son sus riñones.

Duskwood: el hombre tras la máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora