[parte única]

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Cuando son niños, la mayoría de las personas ha soñado al menos una vez con ir a la luna. Es un sueño muy común entre los infantes.

Cuando Heeseung tenía seis años, quería ir al sol.

Sí, al sol.

Cuando se lo dijo a sus padres, estos se rieron. Cuando se lo dijo a su mejor amigo Beomgyu, también rio. Cuando lo habló sobre eso frente a su clase, en el día de contar que "querías ser de grande", la clase también se burló de él, por lo que no terminó de exponer y se sentó en su pupitre, con el rostro entre las manos y su pequeño corazoncito entristecido.

Nadie entendía su sueño, ni le daba tiempo de explicarle porque comenzaban a reír.

Cuando tenía diez, conoció a una chica muy linda, era nueva en el vecindario y tenía el cabello muy rubio, como rayos provenientes del sol. Brillantes y, sobre todo, tan sedosos a la vista.

Heeseung decidió que ella sería su primera misión solar. Si podía llegar a la chica de cabello rubio como el sol, él llegaría al sol algún día.

Hablar con la chica fue difícil, pero lo logró, la invitó a jugar al patio de su casa, se esforzó ahorrando las mesadas de toda una semana para llevarla por un helado y luego para comprarle aquel moño rosa que a ella le había gustado. Aunque Heeseung creía que ella se veía mucho mejor sin él amarrando sus bellos risos dorados.

A los once años, ella aceptó ser su novia. Su primera novia. Su primera misión hacia el sol completa.

Aunque su expedición duró menos de tres meses, ya que ella creyó que era mejor salir con el chico que le compraba dulces todos los días y no solo los domingos cuando a Heeseung le daban su mesada.

El sol se fue de sus manos.

Cuando tenía catorce, conoció a otra chica, con el cabello encendido. Era una pelirroja con el cabello más ardiente del planeta. Su cabello era más naranja que rojo, y al sol, parecía arder sin tregua. Su cabello era fuego vivo.

Su segunda misión hacia el sol dio inicio.

Beomgyu le dijo que estaba loco, que quizás tenía un fetiche por los colores de cabello extraños, poco comunes en Corea. Pero Beomgyu no entendía, porque Beomgyu había sido uno de esos niños que, en sus insípidos sueños, solo quería llegar a la Luna.

Heeseung quería el sol.

Atrapar el sol le tomó ocho meses, a lo sumo. La chica de fuego era distinta a la chica de los risos dorados. Era inteligente, bonita y extravagante.

Heeseung la adoró, salieron por más de un año, hasta que Heeseung se enteró de que ella también quería llegar a la luna, y encontró su luna, y no era él.

Ya con dieciséis años, el Sol parecía estar cada vez más lejos de sus manos, sus misiones todas fallidas, sus sueños aun siendo parte de aquellas conversaciones donde los padres compartían anécdotas divertidas de las ocurrencias de sus hijos cuando estaban pequeños.

Heeseung nunca dijo que ya no quería llegar al sol, pero tampoco expresó que aún era su sueño. ¿Para qué? Nadie lo escucharía de todos modos.

Entonces llegó la tercera misión, una castaña alta, muy alta. Pero cuando el sol iluminaba su cabello, este parecía brillar con un nuevo fulgor que a la sombra no era notable. Una castaña llena de inseguridades, al ser más alta que todos los chicos de la clase, quizás que todos los chicos de la escuela.

Heeseung abrazó sus inseguridades hasta que la vio florecer, la chispa dentro de ella brotando en cada sonrisa. Un sol escondido, pero un sol después de todo.

el quinto viaje lunar; heehoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora