Iba caminando apresurada faltaban 15 minutos para las 11 de la noche, la velada con el amante perfecto había sido incomparable para la azabache, su apartamento no quedaba lejos en automóvil eran 15 o 20 minutos, pero a pie y con esos incómodos zapatos con tacón no llegaría nunca (bueno quizás llegaría pero con miles de ampollas en las ampollas), por primera vez no le importaba necesitaba pensar y la noche estaba hermosa para ello.
‒ Kami ¿qué haré? ‒ susurró mirando el cielo esperando una respuesta divina ‒ nunca me sentí así en mi vida, sus besos fueron deliciosos ‒ pensó pasando sus lengua por sus labios. ‒ como sería tenerlo los 7 días en mi cama, maldito falso moralismo, debí aceptar ‒ pensaba mientras caminaba lento agitando su bolso a su costado. Sintió un tirón en dicho objeto quiso sujetarlo pero ya era tarde. Soltó un grito de auxilio pero las calles estaban vacías por lo que corrió tras el ladrón que era muy pequeño y veloz, lo persiguió por 3 cuadras luego se quedó sin aire por lo que tuvo que parar a respirar sujetándose por sus rodillas.
‒ ¿Ahora qué haré? ‒ se preguntó temerosa mirando a su alrededor. Las calles estaban vacías, no se explicaba como un viernes de noche no había nadie, miró en todas direcciones y decidió volver sobre sus pasos, caminaba apresurada y miraba por todos lados tenía miedo y no recordaba haber pasado por esa zona, tan solo deseaba llegar a su apartamento.
Se encontraba desorientada, cansada y adolorida, pero aún así sonrió cuando vio a un grupo de 4 personas hablando a lo lejos en una plaza, apresuró su paso feliz, se sintió un poco incómoda al percatarse que todos eran hombres y estaban bebiendo, aún así siguió su camino.
‒ Buenas noches ‒ murmuró llamando la atención de los sujetos ‒ alguien me podría prestar su teléfono para realizar una llamada por favor ‒ pidió con una sonrisa.
‒ Yo te lo presto, pero que me darás a cambio preciosa ‒ musitó un hombre de unos 25 años con una sonrisa pervertida.
‒ Etto... ahora no les podré dar nada, me asaltaron es por ello que necesito comunicarme con alguien ‒ explicó.
Todos sonrieron Kagome retrocedió un paso atemorizada.
‒ Yo creo que tienes mucho que puedes ofrecernos ‒ debatió un hombre pelón mirándola de pies a cabeza con una sonrisa morbosa.
‒ ¡Ya basta!, dejen a la joven tranquila ‒ ordenó otro de los hombres ‒ yo te lo presto niña, toma ‒ aseguró pasándole el teléfono por lo que Kagome le dedicó una sonrisa resplandeciente al tomarlo.
‒ Gracias ‒ musitó pero cuando empezó a discar el mismo hombre calvo golpeo la mano de la azabache echando el teléfono al suelo, por lo que supo que eran hostiles y reaccionó rápido, empezó a correr a toda prisa, sus zapatos y el cansancio jugaban en su contra pero aún así corría, solo el hombre calvo y otro hombre con cabello castaño la perseguían, sintió una mano en su hombro y gritó como nunca, escuchó el sonido de tela desgarrándose y como la tela de la blusa cedía hasta su cadera dejándola con un sujetador blanco, la empujó por la espalda e hizo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo lastimándose las muñecas y levemente las rodillas, lagrimeaba sin parar no por el dolor, más bien por la angustia trató te pararse pero se vio rodeaba por los dos hombres.