Cuando una persona alcanza mi vida, entrando en ella,
Siendo importante en aspectos de la rutina cotidiana,
No tengo fuerza de olvidar, si es que paga mal su entrega,
Contrario en sanar, fundo más su persona. Así lo fue Ana.
Arraigado el recuerdo del pensar, un caos secunde mi alma,
Se interrumpe el dote que me identifica de lo normal,
Arrastro aquellos recuerdos reales fugaces sin calma,
Atracan mi forzada vida que precariamente quiero llevar.
Canciones, calles, días, minutos. Todo. El recuerdo le trae,
Engaño, enseñas que la entrega total no asegura nada,
Mentira, eres sutil latido que me hizo volar y caer,
Ni un refugio ampara el llanto que contempla mi mirada.
Su recuerdo me hieren a diario, haciéndome volar al cielo,
Haces que vuele con alas de papel, con una tempestad aquí,
El grado de entender esta realidad me cega con su velo,
Su recuerdo esculpe lo que es este verso sin razón de mí.
El escurrir mis lagrimas al escribir su nombre me derrumba,
Cientos de miles de veces lo hice, lo queme en toda la piel,
Que el quitarlo, es profanar el recuerdo que en sí me culpa,
Irónico ver que estoy sin rumbo, aún así sigue aquí.
Forzado a vivir sin vivir por alguna razón de ser feliz,
Marioneta del tiempo con recuerdos de premio cada mañana,
No amar, como fue, con la intensidad cuando con ella le vi,
Siendo mi recuerdo que marcó su luz con la mirada de Ana.