Eder Ross
La intranquilidad no me permite dormir. Me es molesto rodar por toda la cama y no poder conciliar el sueño. Abro los ojos encontrándome con la oscuridad de la noche. Aviento al suelo la almohada que me puse en la cara.
— ¡Mierda!
Me siento de golpe y me cubro la cara con ambas manos de frustración.
No puedo dejar de pensar en ella. Las preguntas suenan a cada segundo en mi cabeza. Quiero saber si es ella en realidad. Mi corazón quiere que así sea.
Me levanto de la cama al recordar su inocente y delicada cara. A pasos descalzos, me encamino al bar en mi habitación, abro la primera botella que captan mis ojos, vierto el licor hasta llenar el vaso. Dejo la botella sobre la mesa, agarro el vaso y me dirijo con él al sofá. Cansado, me dejo caer y al instante, de un solo trago, bebo todo el contenido dejando que el alcohol queme mi garganta y estómago.
El beberlo rápidamente me tranquilizó.
Recuesto la cabeza hacia atrás y cierro los ojos. Necesito dejar de pensar en ella, no puedo seguir torturándome con su recuerdo.
Desde que llego a mi vida no puedo respirar con libertad. Todo fue un caos entre nosotros dos.
La escena de hace años vuelve a mi cabeza. El recuerdo es fresco, como si los años no hubieran pasado, y me arrepiento, como ese día en que la vi morir.
Quería ser fuerte, como el mafioso que fui criado. Pero al verla llorar, débil, sangrando y con miedo, me arrepentí de dispárale. En ese momento me di cuenta de cuanto la amaba, el dolor que sentí al verla fue lo peor que he sentido, pero fue demasiado tarde. Yo la lastimé y la maté.
Su muerte me pesa, la culpa me está comiendo vivo.
De nuevo recuerdo sus ojos, esos brillantes ojos que desprendían alegría cada vez que estaba conmigo. Ahora esos ojos no brillan más.
Sin poder evitarlo una lagrima sale de mi ojo, rápidamente la limpio, detesto llorar. Enderezo la espalda y abro los ojos. De nuevo la recuerdo, pero está vez la imagino sobre mi cama. La veo durmiendo, respirando con tranquilidad, como si no existieran los problemas; con sus oscuros cabellos largos desordenados esparcidos por la almohada.
Sonrió al imaginar una vida con ella. Tenerla a mi lado, dormir juntos, verla todos los días «nunca me cansaría de verla», hasta que deje de respirar. Pero todo lo mandé a la mierda, esa vida que quería con ella, la jodí.
Su imagen se desvanece y regreso a la realidad, sin ella.
Necesito otro trago de alcohol, pero no tengo fuerza para levantarme e ir por la botella, así que, opto por quedarme en el sofá y pensar en cómo ir a esa coronación.
Debo ir a reconocerla.
De pensar y pensar me quedo dormido en el sofá.
Al abrir los ojos me encuentro con la luz penetrante del sol por la mañana. Rápidamente me levanto y voy hacia el baño para tomar una ducha y emprender mi viaje a Rusia.
Terminando me visto con una camisa negra y un pantalón del mismo color, las joyas que porto y por último un poco de loción. De prisa, salgo de mi alcoba.
Tardo en salir de la fortaleza, es demasiado grande como para perderte, pero siendo mi propiedad tengo todo el plano grabado en mi cabeza. A paso veloz voy hacia el terreno despejado donde se encuentran un grupo de hombres siendo entrenados y otros instruyendo para manejar una Bell 206, F-16, SR-71, Boeing 747 y F-104. Son el tipo de naves que cuenta mi ejército para realizar nuestros ataques y otros son de mi uso personal.
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Falsa Identidad: Amores que hieren (2do libro)
General FictionLa comprensión es el primer paso para la aceptación y sólo aceptando se puede recuperarse. Yo he aceptado mi pasado, soy consciente de lo que fui y lo qué sucedió a pesar del doloroso y fatal destino que pasé. La vida me dio otra oportunidad para am...