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Las luces de la oficina hacen que mis ojos comiencen a picar, se supone que tengo que visitar al oculista, la edad es de lo que no pudo escapar, incluso si de ello quisiera.

—Camila— murmuro mirando el ventanal. La ciudad es agradable de noche. Debía volver a casa hace una hora, aun así, los documentos encima de mi escritorio me están diciendo lo contrarios.

—Ama— la dulce voz de Ale me hace bajar la mirada. Sus brazos están alzados y no puedo contra la ternura de este pequeño moreno de ojos verdes.

— ¿Necesitas algo?— le pregunto observando cómo se acomoda mejor en mis piernas mirando en mi dirección.

—Mami— me mira girando un poco su rostro antes de meter su dedo pulgar en la boca y recostar su espalda en mi pecho.

—Ella nos debe estar esperando— susurro en su oído y dejo un beso. Mi niño sonríe asintiendo — ¿Quieres ir a casa ya?— le pregunto y asiente.

—Quiero abrazar a mami— sonrió y deja car mi espalda en la silla.

—Yo también necesito a mamá— sonrió abrazando a mi niño.

—Yo también necesito a mamá— sonrió abrazando a mi niño

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—Señora Cabello— la voz de un hombre me hace girar.

Miro al caballero de anchos hombros observarme. No puedo evitar alzar mi ceja en reproche pero solo por esta vez, dejare que hable.

—Señor Montiel— extiendo mi mano, él la toma y los segundos se hacen extensos mientras deseo que la suelte.

— ¿Me permite un trago?— sonrió de medio lado observando la dirección de la barra de tragos.

—Claro— miro hacia mi derecha —Pero en efecto tendrá que pedir dos bebidas que nos agrade— el hombre alza su ceja sin entender. Mi cuerpo se gira y tomo a mi hija en brazos. Sus ojos se extienden y sonríe.

— ¿Y esta pequeña dulzura quién es?— extiende su mano y Emma que está chupando su dedo pulgar la mira y se esconde en mi cuello.

—Es algo tímida— me giro apartando la mano del hombre que estaba queriendo tocar la espalda de mi niña —Y también le he enseñado a no tocar las manos de gente extraña— me siento en la barra con mi niña en mi regazo.

—No soy un extraño ¿O sí?— su pregunta me hace sonreír.

—No es algo que sea de mi interés— miro a Gio. El observa al hombre y me extiende una soda.

— ¿No puede tomar algo más fuerte?— su pregunta me cae de sorpresa pero evito mirarle mientras doy un sorbo.

— ¿Qué desea usted?— pregunto arrullando a mi bebé.

— ¿No puede un hombre como yo invitar un trago a una dulce dama como usted?

—No creo que sea el dilema realmente. Entonces ¿Qué desea usted en el restaurante?— sonríe bebiendo un poco de su Whiskey seco.

Señora 3era parte (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora