Carta VIII

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Carta VIII

Querido alguien:

He pasado mucho tiempo sin escribirte porque esto cada vez tiene menos sentido. Ya escucho el ritmo de tu vida, ya siento cómo me pateas, ya sé que eres una niña, así que seguro que tú también sientes la corriente de mis sentimientos. Mi angustia, mi cansancio, mi sueño, mi dolor. Dos corazones latiendo dentro de mí es más de lo que puedo soportar. El tuyo, un eco desfigurado del mío. Suena como algo que nunca he escuchado, de otro mundo, una lengua primigenia o extraterrestre. Un mensaje de advertencia.

Tengo que guardar mucho reposo, no hacer ningún esfuerzo más allá de lo necesario, pero si estoy tumbada demasiado rato me da lumbago. En realidad, lo tengo siempre, es un dolor permanente, junto con el estreñimiento, los mareos o la dificultad para respirar. Siento que te apoderas de mi cuerpo y de mi vida, un parásito que crece hasta reemplazarme y romperme.

Te he visto destrozándome por dentro, comiéndote mis pulmones, mi intestino, mis riñones. Me he visto como una larva, mi cuerpo eclosionado para que el tuyo pueda salir. La piel rasgándose como el papel de regalo.

Una vez vi en un documental de la televisión que algunas crías se comen a la madre. Se le llama matrifagia y ocurre con la araña tejedora de encaje negro o la araña del desierto. Es un sacrificio necesario. También puede suceder al revés, el caso más conocido es el de los hamsters, aunque lo hacen para asegurar la supervivencia del resto de las crías, controlando así la cantidad de alimento disponible. Todo se reduce a lo mismo, a fin de cuentas.

No somos animales, pero creo que estamos destinadas a devorarnos la una a la otra. Aunque salgas ahí fuera, ya te llevo dentro para siempre.

De tu muerte depende mi vida. Y de mi vida depende la tuya.

Lo siento.

Lina.


Al otro lado del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora