Oír el desconsolado llanto de una madre desesperada al haber perdido a su hijo en la sala de espera del hospital no era nada reconfortante para Millie, la cual temblaba en los brazos de su hermano mayor, que le acariciaba con una mano su cabello e intentaba consolarla, diciéndole que nada de lo que había sucedido fue su culpa.
Definitivamente, todo era su culpa.
Podría haber aguantado un par de quemaduras en su piel, porque no eran nada comparado a un ataque al corazón. No hubiese pasado de un castigo, porque su padre jamás podría herirla con gravedad...
...aunque, luego de los acontecimientos, no lo sabía con exactitud.
Ambos hermanos Brown observaron la puerta del frente en cuanto ésta se abrió, con su madre saliendo y dedicándoles una débil sonrisa. Millie no sabía si aquello era bueno o malo. Kelly se acercó a sus hijos, tomando el asiento de un lado de Charlie y observándolos por un momento.
—Niños, no lloren. Su papá está bien, se va a recuperar —Besó la frente de ambos—. Tienen que rezar y Dios va a arreglarlo todo. Estará en observación esta noche, y se va a recuperar, poco a poco. No debe llevarse disgustos, y debe comer saludable. Lo cuidaremos entre los tres, tranquilos.
A pesar de la sonrisa de su madre y el profundo de alivio saliendo por los labios de Charlie, Millie temblaba como una hoja, y tenía el color de ésta. Estaba descompuesta, mareada, disgustada...
—Chars, cielo, ve con tu hermana a la cafetería —Dijo a la vez que le entregaba dinero al mayor de los hermanos Brown—. Cómprale un chocolate caliente y una dona. Cómprate algo tú, también. Es una noche muy fría. Me quedaré aquí, asegúrate que tu hermana esté bien, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Charlie asintió y ayudó a su hermana a ponerse de pie, caminando fuera de la sala de espera. Recorrieron el hospital hasta finalmente llegar a la cafetería, la cual estaba casi vacía a excepción de unos ancianos en unos asientos de la esquina, bebiendo tazas de café y charlando en voz baja. Charlie dejó a su hermano en un asiento de una mesa de las esquinas y acarició su cabello con cuidado.
—No me tardo, quédate aquí —Le dijo antes de ir a pedir la comida.
Millie se encogió de hombros en su sitio, sintiéndose más pequeña mientras intentaba dejar de temblar. Moría de frío, moría de miedo...
...moría de ganas de continuar en los brazos de Sadie. No se sentía a salvo, estaba desprotegida, y tan nerviosa que apenas podía verla de reojo.
Era su culpa: su padre había tenido un ataque al corazón, y ya no podrían verse mutuamente a la cara. Su familia sospecharía de ella, se preguntarían quién es "Sadie" y la acusaría, para luego matarla a golpes.
Su alma iba a ser arrebatada de la peor manera posible, e incluso sabiendo que acabaría en el infierno, nunca dejó de sentir las ganas de ser envuelta por los brazos del Diablo.
La quería tanto, necesitaba aquello, y más. Necesitaba...
Las tazas siendo apoyadas bruscamente sobre la mesa lo sobresaltaron, interrumpiendo sus pensamientos y acurrucándose más contra su asiento. Su hermano se sentó frente a ella y dejó el plato con las cuatro donas de chocolate en el medio.
—Come, Millie—Le ordenó.
No negaría que tenía hambre, pero sentía que podría vomitar en cualquier momento. La culpa no se iba de su mente y, aparentemente, tampoco de su estómago.
Intentando dejar de pensar, respiró profundamente antes de sentarse derecha y tomar una dona, dando un mordisco y masticando lentamente. Su hermano suspiró y bebió de su café con crema, relamiendo sus labios luego.
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Dancing With the Devil | Sillie
FanficEs 1967 y Millie está harta de ser aquella chiquilla religiosa a la cual todos molestan. Cansada de un dios fingiendo oídos sordos, decide tomar sus propias riendas a escondidas. ¿Qué tan mal podría irle si recurriese al mismísimo Diablo? ¿Qué tan r...