Capítulo 3

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Esta historia sucede tres años antes de que Amelia ascendiera al trono, y mucho antes de que el Rey Elías pereciera debido a una maldición que invadía su corazón, una mucho más poderosa que el mismo poder de la magia. Estos eran tiempos violentos, en los que no había otra opción que morir sin pelear o morir peleando, cada uno enfrentando sus propias batallas, que incluso la reina, en ese tiempo princesa tuvo que luchar para poder darse cuenta de que no todo se podía resolver en el campo de batalla.

Esa misma noche su campamento había sido arrasado por fuerzas enemigas, su cuerpo estaba débil, golpeado y ensangrentado, ella era incapaz de poder sostener su espada una vez más, el paisaje era desolador, sus manos le dolían y había perdido la vista de uno de sus ojos, la joven princesa no podía entender cómo era que seguía viva, juraría que después de pelear con uno de los comandantes enemigo le había hecho una herida mortal después de haberle lesionado su ojo derecho.

Deambulo a paso lento por el campo de batalla, los enemigos se habían ido hace un tiempo juzgando el olor de los cuerpos que estaban tirados por todos lados, sus compañeros de armas habían perecido haciendo que ella se preguntara si en realidad la pérdida de sus compañeros había sido por ser tan presuntuosa al confiarse en algunas cuantas victorias, mientras avanzaba no pudo evitar sentir que la sangre le hervía con enojo y furia, no solo los habían acorralado durante la noche, sino que habían sido despojados de todo, robando las provisiones del campamento.

—¡Agh! —escuchó un quejido a la lejanía.

La princesa miró con desesperación a todos lados tratando de encontrar el origen de la voz, con la poca fuerza que le quedaba corrió al ver un cuerpo moviéndose con dificultad, aún sin poder distinguir si era un soldado aliado o enemigo, se arriesgó y corrió en dirección a este con alivio de por fin encontrar a alguien más.

Al llegar vio a un caballero joven casi de la misma edad que la princesa, él muchacho no se había dado cuenta de su presencia, se veía desesperado tratando de detener el sangrado en su brazo faltante, vaciando cada una de las bolsas de su alforja buscando con desesperación una piedra mágica. Amelia al notar esto se hincó y rápidamente sacó una piedra blanca, la destruyó con sus manos, sacando un líquido parecido a la savia, y lo unto en la herida, asustando al joven.

—¡Suéltame! —soltó el caballero de forma instintiva al mismo tiempo que este forcejeaba tratando de que la princesa lo soltara.

—¡No te voy a soltar, morirás si lo hago! —le gritó irritada al joven, haciendo que este se tranquilizara y dejara de pelear— Es lo último que me queda de piedras curativas.

El muchacho se sonrojó debido al malentendido, este se quedó quieto sin intentar nada más, el silencio se volvía cada vez más incómodo, haciéndolos conscientes del ambiente devastador.

—Es gracioso como estás piedras fueron las causantes de todo esto, te hace preguntarte si realmente vale la pena todo esto —dijo Amelia tratando de aliviar el ambiente.

El caballero se quedó callado viendo el piso, su cabello se había pegado por el barro y su armadura estaba abollada deformando el escudo del reino de Asterácea que estaba marcado en el peto, lo que le dio un poco más de seguridad hablar con él sabiendo que estaban del mismo bando. «Probablemente los dos nos vemos igual de mal» se dijo a sí misma Amelia dándole una ligera sensación de empatía al ver el estado del caballero.

—¿Cuál es tu nombre? —le preguntó de repente la princesa.

—¿Perdona? —contestó nervioso el caballero.

—Mi nombre es Amelia, ¿cuál es el tuyo? —le volvió a preguntar con un poco de impaciencia, al mismo tiempo que terminaba de untar el líquido.

—¡¿Te llamas cómo la princesa?! —le contestó sorprendido, girándose para ver a Amelia, provocando que este se lastimara por movimiento repentino.

Piedras de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora