Capítulo 44: MILEY

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Cuando entramos a la mansión, sentí que volvía a esas fiestas con mis padres por todos esos lujos y me impresionaba que Adriel fuera de una familia tan rica, a ver, William trabaja en Cinderellas Schuhe y seguramente que ganaba mucho dinero.

—Vamos, es por aquí —dijo Adriel, agarrándome de la mano con delicadeza y le sonreí—. ¿Qué pasa?

—Nada —conteste aun sonriéndole.

—Claro que pasa algo, me estás mirando de forma extraña.

—No te miro de ninguna forma diferente —le di un pequeño beso en la mejilla—. No te imagines cosas, Adrielcito.

—¿Adrielcito?

Tira de mi mano para que me acercara a él y al ver que no lo hacía, tira de nuevo con más fuerza y está vez choco contra su pecho.

—¿Qué ocurre? —pregunto con una sonrisa inocente.

—¿Desde cuándo me llamas así? —ladeo un poco la cabeza, acercándose peligrosamente a mi—. ¿Desde cuándo, peque?

—Desde ahora, Adrielcito.

—Más te vale no decirlo en público.

—¿Qué no debe decir en público? —preguntó una voz femenina.

Me aparté rápidamente de Adriel y miré a todos lados buscando a la señora que habló, la encontré bajando una escalera de caracol y he de decir que era realmente preciosa. Tenía una sonrisa amable y los ojos azules como los de Adriel, pero un pelín más claros y su cabello era de un rubio tan claro que parecía blanco.

—Nada, cosas nuestras —respondió Adriel a su pregunta.

La señora se acercó a nosotros y miró con cariño a mí acompañante, le abrazó con cuidado como si tuviera miedo de que se apartará, pero no lo hizo y se abrazaron con fuerza mientras que yo sonreía al ver el muy parecido que tenía Adriel con la gente de su familia.

—¿No vas a presentarme a tu novia? —preguntó ella cuando se separaron.

—Si, claro —Adriel me agarró de la mano—. Mamá esta es Miley, Miley ella es Anne.

—Un placer, Anne —dije, dándole la mano.

—Déjate de formalidades, querida —me apartó la mano y me abrazó con fuerza—. No sabes lo feliz que estoy de conocerte, mi suegra no para de hablar de ti desde que os conocisteis y tenía un poco de envidia.

Le sonreí y miré a Adriel de reojo, que estaba sorprendido y confuso.

—¿Conoces a mi abuela?

El grito que vino después lo afirmó claramente.

—¡Miley! ¡Cuánto me alegro de verte de nuevo y qué guapa estás!

—Muchas gracias, señora Müller. Usted se ve fantástica.

Y no lo decía por decir, esta preciosa con ese vestido negro que se había puesto y su cabello recogido en un moño bajo.

—Si bueno, me he dicho ya que voy a ver a la preciosidad de pareja de mi nieto voy a ponerme un vestido bonito.

—¿Alguien me puede explicar que está pasando aquí? ¿Desde cuándo conoces a mí novia, abuela? —Adriel repitió la pregunta, completamente confundido.

Novia.

Ignoré las mariposas que revoleteaban por todo mi cuerpo.

—Hace unos pocos meses o semanas, pero eso no importa —Alana me agarró del brazo y me hizo soltar la mano de mi novio—. ¿Te gusta el pescado, querida?

Nuestras heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora