Capítulo 13

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El día por fin había llegado, el canciller vendría a firmar el último tratado de paz en el reino y poner un fin a cualquier conflicto futuro, era verdad que el conflicto armado había terminado, pero la relación política permanecía tensa, probablemente los lazos entre los dos reinos no volverían a ser el mismo, pero Amelia tenía fe en el futuro del reino y esperaba que en años venideros la amistad que ambos reinos alguna vez tuvieron resurgiera.

Nerviosa por lo que podría pasar durante la visita del canciller de Halide no pudo dormir haciendo preparaciones durante toda la noche así como aumentar la seguridad del castillo previendo cualquier riesgo que podría haber como consecuencia del culto, sin duda estaba preocupada por si le llegase a pasar algo al canciller todos sus planes a futuro se verían interrumpidos por la tensión política que habría.

Se encontraba sentada en la sala del trono, inquieta esperando a que todo este asunto se terminase rápido, luciendo su atuendo más fino un vestido con encajes dorados bordados cuidadosamente en su vestido oscuro, encima llevaba una capa morada con el escudo de la familia real en la espalda, su cabello estaba perfectamente arreglado y encima llevaba la corona, todo estaba minuciosamente seleccionado para dar las mejores de las impresiones y no ofender a su invitado.

A cada lado del trono se encontraban Caín y Aarón resguardando, impresionando a la joven al ver a los dos caballeros perfectamente arreglados manteniendo una postura firme e intachable, todo estaba preparado para la llegada. La puerta de la sala se abrió y un hombre entró con un pergamino en la mano, se aclaró la voz y recitó con una voz fuerte y clara.

—Presentando a su alteza real, el príncipe Kerr de Halide.

Al escuchar esto, se le heló la sangre a Amelia, instintivamente volteó a ver a Caín, pero este se mantuvo firme como una estatua, no entendía lo que estaba sucediendo, súbitamente varios caballeros entraron escoltando al príncipe, un hombre alto de apariencia fría y cabellos dorados, su piel era blanca casi como el papel a consecuencia del frío invernal que cubría su reino, con solo su presencia podía intimidar a cualquiera.

—Su majestad, estoy agradecido de que nos reciba en su humilde castillo, tras recorrer el reino durante días finalmente he llegado en representación de mi padre —su voz era grave y seria, para Amelia esta era la primera vez que lo veía.

—No pensé que usted iba a venir, tenía entendido que iba a venir su canciller como representante —le dijo la reina tratando de disimular su sorpresa.

—Está en lo correcto majestad, pero le insistí a mi padre el rey en venir, considero que es lo mejor para ambas partes, desde que escuché que usted había tomado el trono consideré que lo más apropiado era que yo viniera a firmar el tratado, ya que también definirá la relación a futuro de nuestros reinos.

—Estoy de acuerdo usted, príncipe Kerr, espero que ambos podamos llegar a un acuerdo —sonrió Amelia—. Pero será mejor dejar esta charla para otro momento, seguramente su alteza estará agotado por su largo viaje, uno de mis sirvientes le mostrará su habitación, así como el lugar en donde sus caballeros pueden quedarse, y si así lo desea puede darle un breve recorrido por el castillo, más tarde le indicará a qué hora las comida estará servida.

El príncipe hizo una ligera reverencia agradeciendo la hospitalidad, mientras que uno de los sirvientes que esperaba en la puerta se acercó al príncipe y lo guio hasta la salida de la sala del trono. Cuando salió Amelia soltó un suspiro, su cicatriz le dolía.

—La diosa realmente me odia, prefería que llegara el canciller —dijo entre dientes Amelia para sí misma.

Se giró en dirección a Caín, con un ademán le indicó que se acercara a ella, acercó su rostro al oído del joven y le susurro asegurándose de que nadie los escuchara.

Piedras de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora