Capítulo 5

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Cada que sonríes una estrella fugaz
se detiene a contemplar.

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Smith desayunaba al final de la mesa en el gran comedor. Llevaba la capucha de la capa puesta sobre la cabeza y las mangas cubriéndole hasta las muñecas. Decían que debocaba los bocadillos como si su vida dependiera de ello. Y es que, por un momento, se sintió así. Jamás admitiría en voz alta que está increíblemente asustado por lo que Bellum pudiera hacerle. Si bien no era la primera vez que lo amenazaba -la primera fue después de la reunión en cabeza de puerco-, si era la primera vez que la creía capaz de cumplir su palabra.

Lo cierto es que Amélie había estado guardando una buena lista de razones por las que podría golpear al capitán de su equipo de Quidditch. Si no l había hecho antes era porque aquel chico tenía suerte de esquivar la bludger. Ella tenía una excelente puntería, pero Zac tenía una agilidad para esquivar la bola. Cada que le rozaba la pelota a la punta de la escoba creía que era porque estaba defendiendo su espalda. De todos modos, no se arriesgaría a derribarla cazador de su propio equipo. Pero a Amélie no le importaba ganar.

Nadie le diría que su intento de esconderse era inútil; Amélie no estaba en el comedor y tampoco bajaría a desayunar. Los jueves tenía un trato con algunos elfos de la cocina. Ella les conseguía objetos de Hogsmeade a cambio de un desayuno personal hecho al instante. Aunque hubiera cambiado su gran banquete por ver al tímido Hufflepuff escondido bajo su túnica.

—Señorita Bellum —sintió que le jalaron la parte baja de la capa y dirigió su mirada hacia el elfo. Lo reconocería en cualquier lado por su peculiar personalidad. Se puso en cuclillas mientras lo saluda —Dobby quiere saber si la señorita Bellum encontró su pedido —.

Por un momento no dijo nada. En su lugar, saco una pequeña caja de la bolsa de su capa. Era una caja de cartón con un lazo negro amarrado en forma de moño. Decía en una letra hermosa "Moda Tiros Largos". Se lo extendió al elfo y éste lo abrió.

Vio enseguida que fue un regalo acertado, pues su emoción fue notoriamente visible. Dio un chasquido al aire y el elegante moño se deshizo. Entonces abrió la caja. Dentro -bien doblado- había un curioso gorro tejido de color rojo con un pompón blanco en la punta. Era pequeño, como para un bebe. Pero de tamaño perfecto para un elfo.

—¿Por qué no te lo pruebas? —Dobby asintió. El sombrero hacia juego a sus calcetines: el derecho era blanco y el izquierdo era rojo. Sacó el gorro de su caja y se lo extendió a la pelirroja —Oh, ¿Quieres que yo te lo ponga? —.

—Dobby confía en la señorita Amélie. Ella tiene buen gusto —el corazón de la chica se estrujo. Casi se le sale un "aww" y tuvo que reprimir las ganas de abrazarlo y levantarlo del suelo. Pero a los elfos no les gustaba que los alzaran, eso lo aprendió a la mala. Casi la acusan con Argus Filch. Casi quería llorar. Recordó cuan sentimental se ponía su padre con casi cualquier cosa, definitivamente eran muy parecidos.

Miró hacia el techo y pestañeó rápido y repetidamente, eso le funcionaba para que las lágrimas regresaran de por donde venían. Entonces tomó el gorro. Quizá Dobby no había visto su enternecido comportamiento, o quizá sólo no quería mencionarlo. Enseguida sintió la suave tela sobre su cabeza, el pompón le hacía cosquillas en la oreja, chascó los dedos y la punta del gorro permaneció alzada.

Los hufflepuff no somos débiles ~Harry Potter~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora