Suya.
Fue el primer pensamiento que tuvo: suya.
Sirius estaba apoyada en el cabecero. Desnuda. Las marcas de sus atenciones poblaban su cuerpo. Con su pelo liso en cascada...
Y un collar negro de cuero en el cuello.
Una correa de metal con asa de cuero estaba a los pies de la cama.
Fue... Como abrir un regalo de Navidad siendo niño.
¡Una perrita!
Siempre había querido un perro, como todos los niños, supongo.
Y por fin tenía uno.
Una hembra, linda, obediente, bonita, juguetona, fiel...
Su perra.
Suya.
Solo para él.
Al lado de la correa había una nota plegada.
Se aupó a la cama y cogió ambas cosas. Se dio cuenta que dentro de los doseles hacía calor aunque no mucho. Se sentó en mitad de la enorme cama con ambas piernas cruzadas para leer el trozo de pergamino.
"Hola,
Me llamo Sirius y no tengo dueño.
Soy una perra de pura raza deseando tener un buen amo.
Soy obediente y fiel, pero no dudes en castigarme si lo crees conveniente"
Apartó la nota y miró la cadena en sus manos.
Miró a Sirius que le miraba expectante, ladeó la cabeza ligeramente como un perrito.
Silbó.
Sirius levantó la cabeza y sus pupilas se dilataron. Sonrió enseñando sus colmillitos y, rápidamente, gateó con velocidad hacia a él y se colocó frente a él, sentada.
¡Siempre había querido un perro! Y ahora tenía una espectacular.
Le acarició la cabeza y rascó detrás de sus orejas. Ella cerró sus ojos y se colocó contra su mano como un perro de verdad.
Severus, céntrate, es que es tu perra de verdad.
-Hola, preciosa...- Siguió rascando y ella abrió sus bonitos ojos plateados- ¿Así que te llamas, Sirius? Eres una monada y pareces muy obediente... Ven, ven aquí- Palmeó su pierna y ella se subió encima. Le acarició los muslos- Eres muy lista, Sirius...- Le acarició con ambas manos hasta su cintura.
Se fijó mejor.
Tenía cola.
Una peluda cola falsa, negra como su cabello y casi idéntica a la de su forma animaga.
Había tantas cosas que quería hacerle.
Merlín. Morgana. Salazar.
No sabía a cual de todos le había rezado correctamente pero le debía su fe devota hasta el día de su muerte.
Le puso la correa, un escalofrío le recorrió la columna- Dame la pata...- Ella lo hizo- La otra...- Obedeció- Le acarició la cabeza- Eres tan obediente...- Besó su hombro y le acarició la espalda- Una perra preciosa y obediente...
Lamió despacio su piel, quedándose su sabor. Prendándose de su olor mucho más fuerte que de costumbre, como almizcle y petricor.
Olor a perro.
Cada detalle medido, como regalo de cumpleaños.
Su perra perfecta.
-Ahora soy tu amo, tu dueño... Y tú tienes que portarte bien, ¿Vale?- Ella ladeó el cuello, con gemidos pequeños.
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Puzzle De Fetiches
RomanceEl joven Severus Snape tiene un fetiche. No es un fetiche muy raro. Y tampoco le hubiera extrañado a nadie que lo tuviese dado que, al fin y al cabo, vivía en el límite de las Artes Oscuras. La jovencita Sirius Black tiene un fetiche que es absoluta...