Alexander intenta beber un poco del zumo mientras escucha a sus amigos debatir sobre los detalles de la fiesta. Cuando siente que no puede más con la bebida, decide tirarlo, ya que no hay manera posible de guardarlo. Saca una pequeña libreta y apunta que al menos debe haber bebido la mitad. A su madre le gusta controlar las calorías que come el chico.
—Necesitamos tías. Cuantas más mejor— asegura Gabriel, mientras Alex se sienta para conseguir apuntar bien todo.
Reynolds asiente muy seguro. —A ver si así escapo un poco de lo monótona que es mi chica
Alexander escucha como Jefferson explica mil veces sobre la expulsión de Gilbert por la pelea, y lo dice orgulloso. Al parecer el francés le debía algo de dinero. El pelirrojo piensa que sea por los libros que había que comprar para leer.
Se levanta limpiando su pantalón de la tierra y mira al grupo un poco desde lejos porque no soporta el humo que desprenden esos cigarros.
De la nada, Kinloch se voltea y todo el grupo lo hace a excepción de Alexander, que en su mundo. —¿Por qué está este aquí?— Susurra Kinloch a Gabriel apagando un cigarrillo con la zapatilla.
Antes de que el pelirrojo se dé la vuelta, siente unas manos sobre sus hombros y voltea viendo a John cargando su mochila con un brazo y unos auriculares. La verdad es que Hamilton se fija en el hermoso abrigo negro del muchacho y su forma de vestir elegante, además de que se mantiene muy bien. Tiene una mandíbula definida y una barbilla marcada, encima de una encantadora sonrisa y sus ojos que miran a los de Alexander.
Con rapidez deja un beso en su mejilla y sin más se va abandonando, sonrojado, al pecoso, ¿a qué viene eso? Se queda paralizado viendo cómo el chico se va de nuevo para el lugar donde siempre está con Gilbert hasta que sus amigos le llaman. —¿Tío, que es eso?— Pregunta Reynolds. —Es muy mala persona.
—No sé a qué ha venido eso— asegura Alexander, enseñando desprecio, que en verdad no siente, por la acción del rubio.
—Es muy desagradable. Creo que se toma muy en serio jugar polo. Lo tienen como el tres, eso demuestra lo competitivo que es— dice Francis asqueado y la verdad que Alexander no entiende nada sobre ese deporte.
Hamilton mira hacia donde se ha ido el chico y luego a Kinloch. —¿También juega polo? ¿Qué significa el tres?— Pregunta con curiosidad.
Francis se decide a explicarle a Alexander y le confirma que John juega en uno de los equipos de la ciudad, pero antes de poder resolver la segunda pregunta, Thomas interrumpe. —Deberías ir a advertirle que no se acerque a ti. Llámale la atención o a la próxima iré yo— asegura al pelirrojo que con rapidez asiente y toma su mochila.
Alexander siente que tampoco era necesario portarse como dice Thomas, así que, solo le preguntará al joven porque lo ha hecho, aunque le da un poco de vergüenza.
Por suerte, donde se sienta el chico con sus auriculares mientras habla solo, no está a la vista desde la zona de su grupo y nunca se enterarán de lo que le dirá a John. Hamilton se sienta a su lado y el rubio aparta sus cascos y le sonríe. —¿Por qué has hecho eso?
—¿A qué te refieres?— Pregunta haciéndose el loco viendo a Alexander algo sonrojado y desconecta sus auriculares porque está en videollamada con Gilbert que saluda a Hamilton.
—John, tú sabes. Vienes y me besas— ¿Quiere hacerle la vida imposible? ¿Le verá débil? ¿Se estará burlando de él? —En la mejillaclaro...— Recalca bastante sonrojado.
Laurens sonríe recordando que la única causa es una tontería:
—Le debía un dólar a Gilbert, me ha dicho que me lo gastara en un pastelillo de chocolate— explica John, y su tono se le hace bastante simpático a Hamilton. —Entonces, me ha dicho que me lo podía gastar si luego te besaba.
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El número tres | Lams
FanfictionUn joven se enamora de un polista católico apasionado por la danza, finamente ambos deciden seguir el destino hasta ver que sucede. Esta es la segunda edición de mi libro (la única que se puede leer actualmente). Cuenta con unas 78.000 palabras.