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«Tres semanas más tarde»

-¡Mamá! - Se escuchó la voz de Emma desde la cocina - ¿Has visto donde diablos esta Mikey?

- Hija-, la regañó la compañera del alfa de la manada de gatos monteses- cuantas veces te he dicho que trates de ponerle freno a esa lengua tuya.

-Lo haré justo después de que encuentre a Mikey, ese gato holgazán se ha vuelto a esconder y no lo encuentro- se quejó la chica mientras llegaba con una pesada caja hasta el corredor donde estaba de pie su madre.

La hembra alfa era una mujer alta, de facciones finas y una mirada inteligente. Llevando una mano hasta su cabello, trató de acomodar un mechón oscuro que se le había escapado de la trenza con que se había atado el largo cabello, dejando salir un suspiro se encogió de hombros- Déjalo solo- trató de disculpar al muchacho- sabes que tu padre lo trae loco con eso de la llegada del hijo del alfa de la manada de tigres.

La chica resopló, rodando los ojos no se molesto en ocultar que ya la tenía cansada la misma cantaleta.

- Mira madre-, trató de hacerse entender, dejando la caja junto a las otras en el porche, le dirigió una mirada de reproche a la otra mujer- tú sabes también como yo que desde que regresó de su accidente en el río, no es el mismo.

La mayor de las mujeres se dejó caer en una de las sillas que estaba acomodadas en el corredor.

Las faldas de su vestido de algodón se mecían por la brisa fresca que movía las ramas de los árboles cercanos.

-Ya hablé con tu hermano- se encogió de hombros. La mujer confiaba en su hija mayor para que la ayudara a cuidar de los otros cinco cachorros más jóvenes- por más que he insistido para que me diga lo que le pasa, simplemente se encierra más en sí mismo y no habla con nadie.

-¿Crees que algún macho lo encontró durante la luna llena y lo lastimó? - Emma no pudo evitar hacer la pregunta, un escalofrío recorrió su espalda de tan solo pensar en esa posibilidad.

Sentándose en una silla cercana, estudio la expresión preocupada de la madre- ¿También tienes la misma idea?

- Fue lo primero que le pregunté- defendió la madre-. Él simplemente lo negó. Dijo que nadie lo había obligado a hacer algo que no quisiera.

- No me gusta esto- Se quejó Emma, jugando nerviosamente con los botones de su blusa de seda blanca-. Sabes, desde que regresó se sienta en el techo del establo, se queda allí toda la noche hasta que los lobos se cansan de aullar. Él está sufriendo y se niega a que alguien le ayude.

La madre observó a su joven hija, ella y Mikey compartían el color rubio de su esposo solo que Emma tenía los ojos los ojos dorados. Su familia, al ser la compañera del Alfa, era toda la manada, muchas preocupaciones juntas, eso no había impedido notar como su pequeño cachorro día con día se hundía más en un mar de desesperanza, sin que nadie pudiera saber la causa de su enfermedad.

Mikey estaba escondido en su forma animal sobre una rama del manzano que estaba cerca del corredor donde su madre y hermana cuchicheaban acerca de su miserable vida. Estar sobre el árbol le recordaba la primera vez que había visto al pulgoso burlista, clavando sus filosas garras se desquitó con la pobre rama toda la furia que sentía al recordar al bastardo que le había roto el corazón. Solo imaginarse lo que debía de estarse riendo del gatito inocentón que le había dado el culo para que se desahogara durante su primera luna llena como adulto.

El dolor como siempre apuñaló su corazón, mordiéndose la lengua evitó que su gato maullara como un alma en pena exigiendo a su pareja. Días después de la separación, había descubierto que se había enlazado con el maldito lobo, su gato no podía aceptar aparearse con ningún otro. Cuando uno de sus amigos quiso besarlo, más por juego que con otras intensiones, tuvo que correr al baño a devolver todo su desayuno. Si hasta ese momento conservaba alguna esperanza, ahora no tenía ninguna.

𝖼𝗎𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖾𝗅 𝗅𝗈𝖻𝗈 𝖺𝗍𝗋𝖺𝗉𝗈 𝖺 𝗌𝗎 𝗀𝖺𝗍𝗈 ; 𝘁𝗮𝗸𝗲𝗺𝗮𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora