Capítulo único

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Las suaves pinceladas acariciaban el lienzo con gentileza, aplicando una mezcla de verde manzana y azul hielo para un cielo que se reflejaba en el agua de un pantano, el mismo pantano que tenía delante y que admiraba con delicadeza. Aplicaba la pintura con cuidado, finas capas de pintura acrílica que creaba una película con volumen sobre el lienzo; aplicaba tonalidades blancas y azul pastel que reflejaban el tenue movimiento del agua al caer por la presa o el propio movimiento del agua al moverse gentil por la brisa, incluso le añadía tonalidades amarillentas para el reflejo del sol sobre su cabeza cubierta por un sombrero de paja entrelazada que lo protegía del sol y le daba una percepción más concreta de los colores. Sonrió con satisfacción cuando determinó que la pintura había sido finalizada y la admiró desde prácticamente todos los ángulos.

Finalmente, tomó la pintura por finalizada y esperó varias horas hasta que secó, en ese punto ya se encontraba en el estudio, con la pintura en una de sus paredes, preferiblemente una pared limpia y sin ningún rastro de polvo o suciedad, sin cuadros pequeños a un lado o algún que otro esbozo por el suelo o clavado en la pared. Llevaba una taza de té en sus manos que su esposa le había preparado al mismo tiempo que había llegado, adoraba cuando su querida mujer lo mimaba con tanto detalle, generalmente la situación económica estaba apretada, pero cuando empezó a vender sus cuadros con un falso nombre y un falso rostro, su vida mejoró exageradamente, y se volvió hermosa. Una hermosa casa, una hermosa ciudad, un hermoso estudio, una hermosa vida de lujos y todo gracias a un par de chanchullos que evitaran que su vida estuviera en una horripilante situación de miseria. Se sentó en un sillón de su estudio y admiró la pintura tomando pequeños sorbos de su té favorito: frutos del bosque.

Su esposa, Nichole Daniels, accedió al estudio con tranquilidad, llevando su propia taza de té, en su caso, té verde; y se situó a su lado, de pie, sonriendo con admiración por las obras de su esposo.

- ¿Cuándo pasará Clyde a por este?- preguntó ella con curiosidad mirando a su esposo, este acariciaba y jugaba con el anillo en su anular, dándole algunas vueltas, sonrió y giró los ojos hacia ella.

- Seguramente mañana, ya sabes cómo está la correspondencia últimamente. Tal vez Clyde esté en la otra punta del reino y de aquí hasta que le llegue la carta y regrese, puede que hasta pasado mañana no podamos exponer este cuadro...- se encogió de hombros con tranquilidad en su voz.- No te preocupes...- ella sonrió.

- No me preocupo, mi amor...- negó con la cabeza.

Ambos sonrieron.

Picaron a la puerta de la casa, ambos dejaron de sonreír momentáneamente y el hombre se acercó a la puerta de forma sigilosa para mirar a través de la pequeña mirilla. Suspiró con calma y abrió la puerta con seguridad.

- Un gusto verlos, familia Black.- saludó la persona en la puerta.

- El placer es nuestro, Tweak Tucker...

- Je, je...- sudó frío.- Mejor deja eso para la noche... cuando nadie nos escuche...- carraspeó nervioso sudando frío con cierta incómoda girando los ojos hacia el exterior.- T-Traigo buenas noticias...- sonrió ampliamente mirando al moreno, este ladeó la cabeza a un lado invitándolo a pasar a una taza de té que, por cierto, su esposa ya estaba sirviendo.- Craig fue ascendido a guardia real.

- ¿Qué? ¿En serio?- respondió con sorpresa.- Cielos...- sonrió.- Eso es genial.

- ¡Sí!- respondió Tweek.- Estoy muy feliz por él...

- Deberías, Tweek. Es una grandísima noticia.

- Tienes razón...- dijo Nichole acercándose para que los tres se dieran un abrazo.- Ahora que está en un puesto de prestigio... ¿Crees que llegue a ser el guardaespaldas personal del gobernador? ¿De la princesa?

185.- Algo inesperado (Tyde)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora