(Cap. 1 - Parte VI)

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Era una media noche, Andanela y Máximo, disfrutaban de una botella de vino añejado frente al fuego de la chimenea en la biblioteca, sentados en unos voluptuosos muebles de terciopelo rojizo. Cantidades excesivas de libros y pergaminos en cada rincón, incluso encima de una gran mesa redonda.

El pequeño Zeus, tenía sus ojos entre cerrados mientras observaba el fuego apagarse hasta quedarse dormido. Máximo, lanzo un poco de madera en aquellas cenizas logrando así, que el fuego no se apagase.

—¿Samantha, sabía que adoptarías a un niño? —. Pregunto Andanela, tras tomarse un sorbo de vino.

—Si...—. Respondió Máximo con la mirada sin parpadear al fuego.

—¿Y ya sabe la razón de su adopción?

—¿Crees que cometeré el mismo error? —. Pregunto Máximo un tanto molesto.

—Solo temo... que se vuelva a repetir.

—¿Sabes que pienso? —. Tomando asiento. —Que no ayudas en lo absoluto. Tú, te aferras al pasado. Yo, intento recuperarlo—. Continuo, recostándose del mueble.

—Te he apoyado en todo momento, y eso quiero que lo sepas.

—Pues... no pareciera.

—¿Los libros que dejaste en tu antiguo hogar? —. Pregunto Andanela, opacado por la tristeza.

—Libros malditos de una bruja, creyéndose el hada madrina—. Respondió consumido por la ira.

—¡Debe haber algo de ahí, que invierta lo cometido!

—Ya lo intenté. Y no encontré nada—. Aclaro Máximo recordando ese día inolvidable.

—Fuimos tan inconformes con nuestras vidas que, tomamos decisiones que nos hicieron empeorar—. Dijo Andanela mientras reía con sus ojos llorosos. —Mi sobrina sigue pensando que su padre falleció en un accidente y, su madre le dio amnesia por causas naturales—. Continúo secándose las lágrimas.

—Siempre me arrepiento de haberte metido en esto—. Replico Máximo con la mirada abajo.

—Yo tome la decisión. Quería ver los sueños de mi hermana hechos realidad. 

Varios días después en una tarde despejada, Máximo conducía el Rolls Royce en compañía de Samantha

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Varios días después en una tarde despejada, Máximo conducía el Rolls Royce en compañía de Samantha. Llegaron a una colina alta donde solo se apreciaba un araguaney en su loma.

—¡Llegamos! —. Exclamo Máximo apagando el auto.

—¿Es este el lugar que me comentaste? —. Pregunto Samantha bajando del auto.

—Si—. Respondió el con un profundo suspiro.

Subieron hasta la loma, caminaron encima de una alfombra de hojas amarillas envejecidas hasta el árbol. Desde ahí, la vista era alucinante. Al sur, se veía una gran parte de la ciudad de Celsus, edificaciones renacentistas y minimalistas y, más allá, una zona industrial que conectaba con el mar. Al otro lado de esta, el sol ocultándose entre las colinas que conectaban con el bosque frondoso dividido por largos riachuelos y pequeñas aldeas.

—Tu madre solía venir aquí. Le gustaba mucho el color de las hojas y la vista—. Menciono Máximo apoyándose del tronco, viendo la ciudad.

—Ahora entiendo porque el color del auto—. Comento ella, sentándose en el suelo.

—Si supieras lo mucho que la extraño. Estoy haciendo lo posible para tenerla de vuelta—. sentándose al lado de ella, mientras sus ojos lagrimeaban.

—A veces pienso que.... Dejar lo que amas, es la mejor opción—. Dijo ella esperanzada.

—Hay algo dentro de mi... diciéndome que aún tengo esperanza—. Dijo el, viendo a Samantha de perfil. —Te pareces tanto a tu madre—. Continúo mostrando una sonrisa.

—¡Obvio..! Soy su hija—. Respondió riéndose. —Y Nataly, se parece a ti—. Continúo tomando una de las hojas marchitas del suelo.

—¡Obvio..! Soy su padre—. Riéndose.

—Nataly me comento que... le apasionaba tu trabajo. Quiere ser alquimista. Algo que me sorprendió mucho de ella—. Dijo Samantha partiendo la hoja seca en pedazos. —También me dijo que quería ver crecer a Roger.

—Creí que sus sueños era vivir en Paris y, conocer otros lugares—. Viendo la ciudad.

—Me la llevare de vacaciones por un tiempo. Y regresaremos.

—¡De acuerdo! —. Exclamo sin desviar la mirada.

—Espero volver, y no encontrarme con otras de tus locuras. ¿Te parece? —. Dijo Samantha con remordimiento. —¿Te parece?—. Volvió a repetir.

—De acuerdo—. Respondió después de varios segundos.

—Te amo.... y lo sabes—. Suspiro Samantha. —Pero es difícil de creerte—. Continúo, levantándose mientras sus lágrimas corrían a través de sus mejillas.

—¡De acuerdo...! Si. Está bien—. Dijo, levantándose dándole un fuerte abrazo, viendo el sol por fin ocultarse.  


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