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Los recortes de la Stasi

En el verano de 2005 tuve que pasar varios días en un Marriott de Colonia, Alemania, esperando que llegara la autorización para empotrarme en un destacamento militar de Estados Unidos y viajar a Mosul, Irak, para ir a rodar material para un reportaje. Una tarde, durante esa espera, me crucé en el hotel con Lau Richards, viejo amigo de mis tiempos en los Marines, ex alto funcionario del Departamento de Estado, ahora asesor de la Oficina Internacional de la CBS.

Richards conocía bien la situación en esa parte del mundo y estaba escribiendo un libro sobre los talibanes. Era un hombre que conservaba un agudo sentido del humor, a pesar de las atrocidades que había visto en Afganistán y en otros frentes de guerra donde lo habían destinado en los últimos años. Su situación era parecida a la mía, ya que esperaba que en cualquier momento llegara la noticia de su vuelo a Kabul en un avión del ejército. Eran días largos, sobre todo debido al tedioso e inacabable papeleo que exigían los permisos de los militares. Richards decía que el ejército más poderoso del mundo se estaba convirtiendo en una gigantesca repartición pública llena de burócratas, y en la más lenta de todas.

Una noche, conversando en la terraza del hotel, Richards, que ya había consumido varios Martinis, me contó la verdad acerca del proyecto "Shredder" ideado por el Pentágono en 1990 y del que yo había oído sólo rumores. El objetivo de aquel proyecto, dijo Richards, consistía en reconstruir centenares de miles de documentos de la Stasi que, pocas semanas después de la caída del Muro, habían pasado por los llamados "shredders", máquinas trituradoras de papel, para ser destruidos.

-El proyecto "Shredder" contaba con un presupuesto de 80 millones de dólares -dijo-. Crearon un conjunto de algoritmos y programas que permitirían recomponer los aproximadamente cuatrocientos millones de tiras y trozos de documentos triturados por los agentes de la Stasi, y hacerlo en un periodo razonable de tiempo. El programa era sumamente peculiar y digno de un relato de ciencia ficción -dijo Richards, sonriendo-. Era un programa superinteligente, elaborado con tecnología punta y asesoría de expertos del M.I.T. Había sido probado y su peculiaridad consistía en que era capaz de aprender de sus propios errores, armar y rearmar las frases hasta darles el sentido primigenio. Teóricamente -dijo Richards-, si se pasaba el texto de Hamlet por un shredder y luego se pedía al programa que lo recompusiera a partir de las tiras, esté lo haría con un margen de error de sólo un 1,1%.

-Parece francamente increíble -dije.

-Así es, pero es verdad. No me preguntes cómo se puede lograr algo tan prodigioso porque no sabría decírtelo –dijo Lau. El programa no sólo restituía el documento original a partir de unas matrices que le "enseñaban", sino que, además, avanzaba a velocidad creciente porque cada vez "sabía" más. El propio Chomsky vio funcionar el plan piloto y quedó sorprendido por su perfección.

Al final, en lugar de los 80 millones de dólares presupuestados para el programa, siguió Richards, se gastaron 210 millones. Cuando se reunió la cúpula del Pentágono, los altos mandos del ejército, además de las agencias gubernamentales que supervisaban los trabajos, entre ellas, la propia CIA y la NSA, y otros organismos, ajenos al proyecto pero muy interesados en conocerlo, como la Oficina de Inteligencia de la OTAN, el Secretariado de la Conferencia de Seguridad Europea y el MI6, el portavoz del Departamento de Justicia de EE.UU, que, por inexplicable que parezca, apadrinaba el proyecto, tuvo que reconocer su rotundo fracaso.

-Cuando el Muro cayó, la orden impartida en todos los ministerios en Alemania del Este fue de destruir los archivos -dijo Richards. -Se procedió entonces, en lo que probablemente ha sido el plazo más perentorio de la historia, a evacuar la ignominia (¿por qué siempre se queman los archivos, si no?). En sólo pocos días, había que vaciar todos los ministerios de todos los documentos que en ellos se guardaban.

Los recortes de la StasiWhere stories live. Discover now