22.- El secreto de Kiya (1/2)

12 3 0
                                    


Creo que dormí casi todo el viaje de vuelta, porque apenas parpadeé y de repente ya nos encontrábamos en Penumbra y todos se estaban bajando de la nave.

—¿Lili?— me llamó Cecil.

Me giré hacia él, me di cuenta de lo que ocurría y me bajé de última.

—¿Cómo te sientes, cariño?— me preguntó Kiya.

—Tengo un poco de sueño— admití— pero ya estoy mejor, muchas gracias por todo.

—¡Muy bien, equipo! ¡Volvimos sanos y salvos!— exclamó Cecil— ¡¿Saben lo que eso significa?!

Yo lo miré algo atontada aún por el sueño, luego me fijé en Gretos y Veraz para guiarme por sus reacciones. Veraz se cruzó de brazos con orgullo, mientras que Gretos le dio unas palmaditas a Cecil en el hombro. Recién con eso me di cuenta de lo que quería decir.

—¡Completamos la misión!— exclamé— ¡Lo logramos!

—¡Vencimos!— bramó emocionado.

Veraz tomó a Cecil en brazos y lo aplastó con un abrazo, Gretos rio divertido.

—Kiya, nada de esto habría sido posible sin ti— le espetó el volir— No sabes lo agradecido que estamos, que estoy ¿te nos unirías en la celebración?

—¡¿Qué?! ¡Sí, me encantaría! ¿Ahora mismo?

Los chicos y yo nos miramos las caras, perplejos.

—Quizás... deberíamos dejarlo para la noche— sugirió Cecil.

Todos estuvimos de acuerdo. El resto del día necesitábamos descansar; solo porque me hubiera recuperado del frío espectral y mis heridas, no significaba que me sentía lista para ir a festejar nada. Mi cuerpo me pesaba como nunca, solo quería llegar a mi cama y descansar.

—Por la noche, entonces— repitió Kiya para recordarlo— muy bien, pero antes de que se vayan a descansar, creo que deberían comunicarle a la directora Pol sobre lo que hicieron y lo que ocurrió con Serva.

—Te refieres al artículo de supervivencia del cadete ¿No?— adivinó Cecil.

—Así es.

—Todavía me cuesta creer que Serva se saltara esa regla solo para pelear conmigo— comenté.

—Hay personas así en toda la red de mundos— indicó Kiya— si hay algo seguro en el universo, es la inmensa variedad de las personas que la componen.

—Esa Serva pudo simplemente quedarse aquí sin hacer nada, pero eligió atacarnos— se lamentó Cecil— Vamos a informarle a la directora cuanto antes ¿Les parece, chicos?

—¡Sí, hagámoslo rápido!— exclamé.

Gretos y Veraz también estuvieron de acuerdo. Los cinco fuimos a la oficina de la directora, que por fortuna estaba libre en ese momento. En pocas palabras Cecil y Kiya le explicaron lo que había ocurrido. La directora los escuchó con paciencia y luego nos preguntó a los demás si estábamos de acuerdo con lo que habían dicho ambos. Por supuesto, contestamos que sí.

—Entiendo. Sin embargo, acusar de homicidio frustrado a una cadete requiere una investigación a fondo, no puedo dar una sentencia solo porque alguien me lo pide.

—Tenemos pruebas— aseguró Cecil.

—¿Eh? ¿Tenemos?— me sorprendí.

Él se giró hacia mí y me miró con el ceño fruncido. Al principio pensé que estaría enojado conmigo por no recordar la supuesta prueba, pero luego advertí que no estaba enojado conmigo, sino consigo mismo; evitaba mirarme a los ojos, se apretaba los labios, incluso inclinó la cabeza ligeramente como si pidiera perdón, creo que de forma inconsciente. Entonces me di cuenta que sentía culpa, y al fin lo comprendí.

La Helada Garra de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora