Capítulo 2: La indiferencia.

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Cuando el grito del pelirrojo inundó su despacho, Munakata dejó escapar un leve suspiro y se quedó mirando cómo se aproximaba a él, clavando sus pupilas cargadas de indiferencia en las del contrario. No movió ni un solo dedo, cosa que al rey rojo le impresionó bastante.

- ¿Es que quieres suicidarte, Munakata? - Preguntó mientras se deshacía de sus llamas y recorría lentamente la pequeña distancia que quedaba entre ellos. De un salto, se subió al escritorio y agarrándole del cuello de la camisa, le atrajo hacia sí, quedando ambos a escasos centímetros. - ¿Es que te rindes ante mí?

Por su parte, el moreno trató de separarse un poco, pero al ver que le era imposible, volvió a dejar escapar de sus labios un suspiro, manteniendo en todo momento los ojos fijos en el otro. -No sé cual será tu función como rey holgazán, pero yo tengo cosas que hacer. Me gustaría poder lanzarte un palo para que me lo traigas de vuelta, pero ahora mismo estoy demasiado ocupado como para jugar contigo, Suoh.

Una vez dicho esto, colocó una mano sobre la que sujetaba sus prendas y se deshizo del agarre con sutileza. Acto seguido se levantó de la silla y empezó a acomodarse la ropa, mientras el otro le miraba incrédulo.

-Pues no me pienso ir hasta que no pelees contra mí.

- No te vayas si no quieres, ya me voy yo. - Y siguiendo su agenda, se abrochó el cinturón que portaba su espada y empezó a andar hacia la salida.

- Entonces me voy contigo. Te ayudaré a lo que sea y cuando estés libre pelearemos.- Afirmó el pelirrojo, cortándole el paso al contrario, clavándole en las pupilas una de sus ardientes y desafiantes miradas.

Este, no podía explicarse el comportamiento del rey rojo, razón por la cual alzó una ceja para después volver a adquirir aquella expresión indiferente que le caracterizaba. Había ido a su despacho, directamente a atacarle solo. Realmente siempre había sido una persona algo extraña, pero no tanto, por lo que se propuso averiguar qué demonios pasaba con él.

-Esta bien, pero si no puedes seguirme te dejaré atrás. - Dicho esto, dejó caer cierto peso sobre sus hombros y emprendió la marcha, apartando al chico con un pequeño empujón.

-¿A dónde vamos? ¿Tienes alguna misión, quizá papeleo?

-No, vamos a comprar.

-¿A comprar? ¿Armas? ¿Algo en el mercado negro? O puede que... ¿Cosas eróticas? - Acompañó su última pregunta con un movimiento coordinado de cejas hacia arriba y abajo y un par de codazos en el brazo del otro.

-¿¡Qué!?- Detuvo su camino en ese instante y adquirió un tick en la ceja bastante cómico. Trató de mentalizarse para mantener la calma y no darle un buen puñetazo en la cara, pues de ese modo, le estaría dando lo que él quería.

-Así que es eso, ¿eh? No sabía que fueses esa clase d-...- Antes de que lograse completar la frase, el rey azul le tapó la boca de un golpe y tratando de aparentar serenidad, aunque fuese más que evidente que ese comentario había logrado abochornarle susurró acercándose bastante a él con una sonrisa sádica:

-Pues claro que no, imbécil. ¿Por qué clase de persona me tomas, degenerado? Solo vamos a hacer la compra.

-¿La compra o "la compra?- Con el último sintagma, gesticuló con las manos unas comillas, como si se tratasen de dos cosas completamente distintas.

-¿Cuál es la diferencia?

-"La compra" es algo peligroso, que requiere hombría. Y la compra es cosa de mariconas.

-Pues entonces saca la bandera del orgullo.

- ¿Qué? ¿En serio...?

-¿Me ves con cara de estar bromeando? - Preguntó retóricamente el joven sin mucho interés, mientras se ajustaba las gafas y volvía a andar al frente.


Giraron una esquina, llegando así a la calle, donde el rey azul se detuvo y miró con desesperación cómo cierta mujer rubia se llevaba su vehículo.

-Maldición.- Comentó entre dientes, volviendo a soltar después un pesado suspiro.-Tendremos que ir en metro.

-¿Acaso eres idiota o es que nunca sales de tu despacho? Es hora punta, el metro está abarrotado.

-Cierra el pico.- Respondió el otro con aire desabrido, haciendo caso omiso a su advertencia.



Los que se pelean, se desean.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora