Sin abrir los ojos encontré el móvil entre las sábanas y apagué la alarma que
había programado. El reloj marcaba las 6:00. Me levanté a duras penas de la cama y
me tomé unos segundos para estirarme. Hice la cama, abrí la ventana, subí la
persiana y acto seguido salí de mi cuarto para coger el uniforme del tendedero. Al
pasar por el salón vi que mi padre estaba de pie comiendo unas tortitas.
—Buenos días, cariño—me dijo—.Te he hecho tortitas para desayunar.
—Muchas gracias, papá.—le agradecí. Que menos que hacerlo después de haberse
molestado en levantarse antes solo para hacerme el desayuno.
Mi padre no había encontrado trabajo en Corea y trabajaba en una empresa
Canadiense desde casa. Suele ir una vez cada dos meses más o menos para reunirse
con los directivos de la empresa y se queda allí unos días, no más de una semana.
Cuando vuelve del viaje siempre me trae regalos de la familia y sirope de arce (aquí
en Corea no hay o es muy caro). Solo veo a mi familia en vacaciones de verano o en
Navidad, aunque cuando es el cumpleaños de alguien siempre hacemos videollamada
y nos enviamos paquetes con regalos. En mi duodécimo cumpleaños, mi prima Anna
me envió un paquete que contenía el primer libro de Los Juegos del Hambre. Por su
cumple ese mismo año, le regalé el primer libro de El Corredor del Laberinto. Desde
entonces, lo hacemos todos los años. En Corea es un poco complicado encontrar
libros en inglés. Es decir, muchos de ellos los encuentro, pero obviamente no es tan
fácil encontrarlos como los libros en coreano. Por eso, muchos años (por no decir
casi todos) compro primero los libros por Amazon en inglés para luego mandárselos
a Anna. Es mucho más complicado que mandarlo directamente desde Amazon a su casa, pero es simplemente para seguir con nuestra pequeña tradición. Además,
siempre nos marcamos con post-its frases que nos gustan del libro o nos mandamos
dibujos o cartitas.
Anna nunca ha venido a Corea, pero estamos pensando en preguntárselo a sus
padres para que dejen que se venga este verano. Ella es muy fan de ITZY y este
verano han anunciado un concierto aquí. Seguramente tengamos que ir hasta Seúl,
pero desde Daegu seguramente haya algún tren directo. Aún no han anunciado las
entradas, pero seguro que Anna está pegada al ordenador esperando a que salgan.
Mi prima tiene el pelo liso y muy rubio, incluso más que yo. Es más o menos
de mi estatura, pero más delgada que yo. Al contrario de lo que mucha gente piensa,
Anna no se alimenta mejor que yo. Creo que nunca he visto como se metía algo de
verdura en la boca. Siempre que he comido con ella ha comido pizza o hamburguesa,
y justo después de eso se ha ido a una competición de gimnasia rítmica.
Anna tiene todos los atributos típicos de mi familia paterna: ojos azules, pelo
rubio y pecas. Mi padre, además de tener todas esas características físicas, es muy
alto y tiene la nariz grande. Mi madre, por el contrario, es la típica señora coreana:
piel blanca, delgada, ojos marrones y pelo oscuro. A mi familia materna les veo
mucho más, ya que viven en Ulsan, y son exactamente iguales a ella (sobre todo mi
abuela, ella y mi madre son dos gotas de agua). Yo, sin embargo, he salido rubia
(aunque no tanto como mi prima), con los ojos azules, la piel blanca y la estatura de
mi madre, aunque me hubiese encantado heredar las pecas de mi padre. Sin
embargo, no soy tan delgada como mi madre. Después de muchos años de debate
interno, he llegado a la conclusión de que no es problema mío y cambiarlo no está en
mi mano. No porque no quiera, sino porque no puedo. No importa cuánto ejercicio
haga, no puedo tener el vientre plano. No es que tenga mucha barriga tampoco, solo
tengo un poco, pero me gustaría cambiarlo. Ahora me da un poco más igual el tema, pero cuando era pequeña me afectaba más. De vez en cuando me llamaban gorda en
el colegio. Una vez decidí seguir una dieta de una idol que consistía en comer un
plátano para desayunar, otro para comer y otro para cenar. Perdí solo dos kilos de los
cinco que me prometían perder y encima me desmayé en la clase de gimnasia. En
estos cuatro años que han pasado desde que eso pasó decidí que era mejor tener una
relación sana con la comida y hacer un poco de ejercicio. Por eso me apunté a clases
de baile, aunque tuve que dejarlo por los estudios. Dentro de poco viene la prueba de
acceso a la universidad y no puedo centrarme en otras cosas.
Sé que mi padre no ha encontrado trabajo en Corea porque es extrangero,
aunque mi familia no ha hablado del tema. Supongo que lo han hecho así para no
preocuparme. Pero bueno, mi padre tiene trabajo, eso es lo que cuenta. Además,
siempre está en casa. A eso de las 19:00 sale de casa a correr un rato, pero el resto del
tiempo no se mueve de casa. Como mi madre trabaja todo el día y vuelve muy
cansada, mi padre hace la compra, cocina y limpia la mayoría del tiempo. Igualmente
intentan repartirse las tareas domésticas para que sean lo más equitativas posibles.
Yo intento ayudarles en todo lo que puedo.
Pese a que mi madre no está mucho en casa, nunca han hecho que me sienta
poco querida o sola. En ese sentido me considero muy afortunada.
Mi madre trabaja en un alto cargo de una empresa de relojes. Nunca soy capaz
de recordar la marca, pero es de estos caros que llevan los mafiosos y los señores
mayores. Los típicos que les roban a los turistas, de esos.
—¿Eso que tienes ahí es sirope de arce?—le pregunté a mi padre, quien estaba
desayunando apoyado en la encimera de la cocina.
—Si—afirmó, probablemente lo habría traído la semana pasada de su último viaje a
Canadá—, ¿quieres tú un poco con tus tortitas?
Asentí con la cabeza mientras cogía la ropa del tendedero. Me metí en mi
cuarto y me quité el pijama. Me puse la primera ropa interior que cogí (qué más da,
no la va a ver nadie) y los calcetines largos con las líneas verdes (uno de los colores
del instituto, el otro es el azul oscuro). Busqué en mi armario unas mallas cortas, las
encontré y me las puse antes de ponerme la falda del uniforme. Por último, me
abroché la camisa y me puse encima un cardigan verde oscuro. No es el del instituto,
pero este me gusta más. Es más calentito y más ancho, creo que me queda mejor. Le
cosí el escudo del instituto, el cual arranqué de una camisa de un uniforme que se me
quedó pequeño, y un parche con mi nombre. Si no te sales mucho del código de
vestimenta y no llamas mucho la atención, puedes tener un poco de libertad con la
ropa.
Salí de mi cuarto y me senté en la isla de la cocina. Mi padre me había puesto
tres tortitas en un pato y le había echado sirope de arce por encima. Con las rodajas
de un plátano había hecho una carita sonriente. Me serví zumo de naranja en un vaso
y empecé a comer. Cuando estaba a punto de terminar, mi madre salió de su cuarto a
toda prisa.
—Buenos días—dijo antes de darle un beso a mi padre—. Me he quedado dormida sin
querer, voy super tarde. Hoy recibimos a unos inversores estadounidenses. Si
consigo que firmen el contrato, seguro que me suben el sueldo.
—¿Y podremos adoptar un perrito?—preguntó mi padre dándole una taza de café.
—No.—respondió ella.
—Yo quiero uno.—dije, era la verdad.
—¿Ves? ¡Todos queremos uno! Seguro que tú también quieres.
—Que no.—volvió a negarse.
—Pero mira que monos estos que me salen en Facebook.—dijo mi padre sacando el
móvil.
—Uy. Pues si que son monos, si.—dijo mientras bebía lentamente su café, embobada
por las fotos de los perritos—¡Pero mira que hora es! Noah, no me entretengas.
Eun-ji cariño, ¿quieres que te acerque al instituto?—me preguntó.
—No hace falta, mamá—respondí—Voy andando.
—Vale, te quiero.—me dijo poniéndose los tacones en la entrada.
—Y yo a ti.
—¿A mí no me quieres?—preguntó mi padre poniendo cara triste de broma.
—Claro que sí—dijo ella dándole un abrazo—Bueno, me voy ya. Que tengáis un buen
día los dos.
Cuando mi madre se fue, mi padre empezó a ordenar la cocina mientras yo me
dirigía al baño. Me lavé la cara con la rutina que hacía de costumbre y me cepillé los
dientes. Me eché un poco de gloss y de máscara de pestañas, ya que al instituto no se
puede ir muy maquillada. Me deshice las trenzas que me había hecho para dormir y
me peiné el pelo. Me quité el rulo que me había puesto en el flequillo y estuve unos
segundos colocándomelo para que se viese bien. Me eché un poco de colonia y revisé
que tenía todas las cosas en la mochila antes de salir. Cuando confirmé que todo
estaba en su sitio, me puse los zapatos.
—Me voy ya, papá.—le avisé.
—Vale Eun-ji, que tengas un buen día. Te quiero.
—Y yo.
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STAY ALIVE
Teen FictionLos muertos se han levantado. El instituto ha caído. La ciudad entera ha caído. Sólo queda una cosa por hacer, ¿serás capaz? Eun-ji creía que ese día sería uno como cualquier otro. Lo que no sabía era que desde entonces nada volvería a ser como ante...