No sabía lo que quería.
Resultó que le prestó la llave de su corazón
a cualquiera,
en vez de a la única persona capaz de protegerla.
Entró en su corazón y lo enfrió más,
convirtiéndolo en hielo, en piedra.
Abandonado en un abismo,
siendo aplastado y sometido a presión,
capa sobre capa de sentimentos,
capa sobre capa de traición.
Hasta que un día alguien lo desenterró,
y descubrió que tras tanto escombro,
en lo más alejado de la superficie,
se había formado un diamante.