Capítulo 57

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Kleyer

Capítulo 57

Una joven atlética, de pelo largo, rubio y ondulado, y ojos oscuros, se aproxima a mí con paso firme. Exasperado, me doy la vuelta, como si no la hubiese visto, y continúo mi camino hacia el otro lado del campamento. No sé a dónde voy, no tengo un rumbo, sólo necesito sacar de dentro esta rabia infinita que me nace de lo más profundo de las entrañas.

La serpiente acaba por alcanzarme en cuestión de segundos, pero yo ni siquiera la miro. Ha cambiado mucho desde que fuimos amigos. Ha crecido y madurado, no sólo en su personalidad, sino también en su físico. Sigue fastidiándome, pero ya no me hace reír.

—Oye, tú —escupe, cuando llega hasta mí—. ¿Se puede saber qué mosca te ha picado?

—¿Y a ti qué te importa? —replico, golpeando una piedra con la punta del pie.

—Tarsha se está muriendo, tu hijo ha ido a buscarme porque sabe que me importa.

—Pues no debería importarte, porque no eres una de nosotros —mascullo.

Mis palabras parecen dolerle, porque se queda callada durante unos segundos. Se queda callada durante tanto tiempo que termino por girarme hacia ella. Sus ojos oscuros me atraviesan de parte a parte. Claramente, está enfadada, pero también veo sorpresa en ellos. No se esperaba una réplica tan mordaz.

—Eres un imbécil —termina por decir, mordiendo cada palabra.

Me encojo de hombros.

—Deberías dejar esa actitud de pasotismo arrogante, porque no te pega nada, Kleyer.

—Déjame en paz —respondo.

Ella abre la boca para replicar, pero ninguna palabra sale de ella. Así que, sin decir nada más, termina por darse la vuelta y marcharse. Espero unos segundos antes de girarme y contemplarla alejarse. Se nota en la manera en la que contonea las caderas que está furiosa, también en la forma en que aprieta los puños. Tiene los brazos bien entrenados porque los músculos en tensión se le pegan a la camisa blanca que lleva puesta. Parece la misma camisa que solía llevar de niña, sólo que le sienta de una manera muy diferente, mucho menos infantil.

Sacudo la cabeza. En otros tiempos me hubiera sentido triunfal por haberla dejado sin palabras, pero ahora no siento nada. Sólo vacío.

Hastiado, cruzo la frontera que separa el clan de los lobos de el de las serpientes

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Hastiado, cruzo la frontera que separa el clan de los lobos de el de las serpientes. Ni siquiera me molesto en gruñirles a los que están de guardia. No me conocen demasiado porque no vengo mucho por aquí, pero los cambiantes siempre nos quedamos con el olor del otro y aquí ya saben que tengo amigos en el clan.

Llego a la zona de madrigueras y comienzo a mirar a mi alrededor. No tardan en aparecer un par de guardas, con las armas preparadas para atacar si se diera el caso, aunque han recibido orden de arriba de no hacerme ningún daño.

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