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—Alex— llama su madre —voy a casa de mi amiga, ¿vienes?

Hamilton deja de lado su partida de un juego raro que ha encontrado sobre pizzas y mira a su madre. —¿Ir? ¿Yo?

—Bueno, sí, así tienes oportunidad de hablar un poco con tu amigo— dice la mujer.

Alexander piensa, es tentadora la oferta pero no puede presentarse allí de la nada, sería raro. Tampoco puede considerarse amigo de John aún, es raro. Él es raro. —Cariño, es su amor platónico— agrega Washington.

—¡Papá!

—¿A caso es mentira que te pasas todo el día viendo sus fotos?— Pregunta Washington.

—Solo estoy ocupado, he quedado con Jefferson— asegura Hamilton.

La mujer suspira y toma su bolso. —Bueno, me iré yo. ¿Cariño, seguro no vienes?

—El señor Laurens debe estar ocupado como siempre. Además, no creo que me apetezca escuchar una conversación sobre maquillaje— afirma el hombre.

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—Pues mi hijo, ahora se ha apuntado a hacer deporte.Veremos qué tal le va— afirma Martha sentada en aquel sofá del salón de techos altos. —Al menos así saldrá un poco de casa. Me daba miedo que no se adaptara a la ciudad.

Eleanor sonríe amablemente mientras escucha como James baja las escaleras. —Me alegro muchísimo. Mis hijos también hacen muchísimas cosas. Son un poco incansables.

—Mami, Elías me pregunta si has visto su atril— dice el niño acercándose a su madre para que le levante.

—Lo debe tener él. Y si no que coja el que tiene John— afirma Eleanor. —Todos tenéis el vuestro. ¿Por qué no le cuentas a la señora Washington que has estado haciendo estos últimos viernes?

El niño hace cara de ilusión y mira a la mujer. —He pintado mucho, y mi hermano me ha enseñado a bailar un poco, pero se desespera porque dice que no puedo ponerme a jugar a los dinosaurios mientras bailo. Pero yo sí que puedo ¿verdad?— Dice el niño haciendo reír a las dos mujeres.

—¡Elías! ¡Cómo no te calles te voy a tirar por las escaleras, rata de piernas cortas!— Grita Harry por las escaleras.

—¡Chicos! Por Dios, tomar mi atril y punto.— Dice la joven Martha Laurens.

Los jóvenes gritan en el piso de arriba causando a ambas mujeres reír y, entonces, James se va a ver a sus hermanos discutir. —Harry también hace esgrima. Le gusta mucho. Martha juega fútbol... Como ya dije queremos que los niños hagan deporte. Ann bailaba antes de entrar a la universidad. Ella empezó con el ballet, pero le gustó más a su hermano. Ya lo ves.

—¿Entonces bailan juntos?— Pregunta la mujer, adora hablar con Eleanor sobre los niños. Se nota que es educadora infantil. Siempre da buenos consejos.

—No, al final a ella le gustaba más otros bailes y la gimnasia rítmica, así que, apuntamos a Jack a ballet— afirma la mujer.

—Ay, sí, vi el otro día una foto suya. ¿Cuánto tiempo lleva bailando?— Pregunta la mujer, seguro esa información después le gusta a Alexander.

—Uf... Pues no sé, muchos años. Era bastante pequeño. Bailar sí, pero la sintaxis no es lo suyo y la letra es un punto débil...— Bromea un poco la mujer sabiendo que, el niño obviamente no es perfecto.

—El mío está enamorado de la sintaxis, pero el dibujo técnico le saca de sus casillas.

—Pues deberían enseñarse uno al otro.

El número tres | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora