Gerard había visto salir a Arbeloa de su habitación después de cenar. Y sabía exactamente lo que significaba eso.
Xabi Alonso acababa de quedarse solo.
El culé se asomó al espejo para peinarse, después, se pasó las manos por la ropa para quitarse un par de arrugas de la camiseta. Cogió un par de vasos en una mano y una botella de whiskey en la otra, y salió al pasillo cerrando la puerta tras él.
Cuando apareció en la habitación del vasco, este no supo reaccionar.
—¿Qué pasa maqui?— dijo, esperando con una ceja alzada a que Gerard le diera alguna pista de qué iba todo aquello.
—¿Puedo pasar?— preguntó, aunque realmente ya había entrado en la habitación cuando se le ocurrió preguntar.
Dejó los vasos sobre la mesa mientras se encargaba de abrir la botella.
—¿Celebramos algo?— Xabi lo miraba inquisitivo; no eran amigos, de hecho Gerard no le caía realmente bien, y aun así, allí estaba, en su habitación a casi las doce de la noche, abriendo una botella de licor.
—La Liga del Barça— respondió el catalán con tranquilidad, con ese tono grave del que sabe algo que tú no.
Xabi se tensó al oírlo, apretando la mandíbula y los puños.
—¿Para qué has venido, Gerard?
—Tuvo que doleros mucho, ¿no?— llenó el primero de los vasos —ya sabes, tres puntos no es nada— llenó el segundo y se lo tendió.
El vasco lo rechazó con un gesto despectivo, y el otro hombre, tras encogerse de hombros, terminó con todo el contenido del vaso de un trago.
—¿Qué coño quieres?
—Hablar contigo, Xabi, que me cuentes, que me expliques— lo miró a los ojos —tres goles, tres asistencias...— dijo de memoria —catorce amarillas entre Liga y Champions— sonrió mirándolo —¿quién crees que eres? ¿Ramos?— volvió a llenarse la copa —al menos los árbitros le tienen más aprecio a él, y lo sancionan menos, ¿no?—.
—Vete a la puta mierda, Gerard— dijo ya harto —lárgate de aquí—.
—Pero si no he hecho más que empezar— rio, con una de esas profundas carcajadas que le salían del pecho —tienes que contarme cómo fue no conseguir ganarnos, ni en la ida ni en la vuelta, con dos goles en contra en casa—.
Xabi sentía que aquellos reproches le calaban más hondo de lo que deberían; el Madrid lo era todo para él, y sabía que el chico llevaba razón. Apretó los puños de nuevo y apartó al catalán de un empujón, para vaciarse en la garganta el vaso que todavía lo esperaba sobre la mesa.
—El Bernabéu tuvo que odiaros ese día— ronroneó la voz de Gerard.
—Cállate— murmuró, sintiendo que la sangre le bullía bajo las venas, entremezclándose con el licor y quemándole por dentro. Ya había tenido bastante con que los fantasmas del madridismo no lo dejaran dormir, no necesitaba que nadie volviera a recordárselo todo, todavía menos, si era el rival por excelencia.
—Eliminados de Copa del Rey por el Alcorcón— siguió el catalán —dieciseisavos de final— dijo, marcando cada una de las sílabas —dieciseisavos, Xabi ¿qué coño es eso para vosotros?—.
El vasco llenó otra vez el vaso, bebiéndolo sin pensar; su mente trabajaba demasiado rápido, a demasiadas revoluciones como para ser sostenible, necesitaba que todo se detuviera.
—Pero eso no es lo peor— dijo acercándose a él —caísteis en octavos de final de la Champions— sonrió pasándose la lengua por el filo de los dientes —vosotros, que os llenáis la boca, con eso de que sois los reyes de Europa— rio —tal vez lo fuerais, ¿por qué no? Pero eso fue hace demasiado tiempo, cuando aún vivíais de las viejas glorias—.
—Cállate Gerard— gritó esta vez. No quería asumir que era probable que llevara razón.
—Vamos— lo animó el del Barça tras dar otro trago de su vaso, lleno de nuevo —vamos, Xabi, lo estás deseando— dio otro paso hasta quedar frente a él —insúltame— sonrió —dime toda esa mierda que estás pensando—.
El pecho le subía y bajaba en fuertes embestidas, se lo comía la rabia desde dentro sin que tuviera la más mínima opción de evitarlo.
—Eres un completo gilipollas— empezó el de Euskadi.
—Me lo suelen decir— murmuró Gerard sobre sus labios.
—No te aguanto— siguió —joder, eres un puto capullo insufrible—.
—Ahá.
—¡Deja de hacer como si lo supieras todo!— gritó golpeando su pecho con las palmas de las manos —¡no lo sabes! ¡no sabes nada!—.
Gerard sonreía con suficiencia, conduciendo la situación como quería, y eso todavía molestaba más a Xabi.
—Das tu vida por ellos, por ese club que dices que lo es todo para ti — el catalán lo miró a los ojos —yo estoy seguro de que el Barça lo daría todo por mí, ¿pero tú? ¿Estás seguro de que tu equipo no te dará la patada?—.
Gerard tuvo que detener, a escasos centímetros de su rostro, el puño lleno de rabia que había lanzado Xabi Alonso.
Ambos se miraron a los ojos, todavía mientras Piqué sujetaba la mano en alto del otro hombre.
—No tengo la culpa de que no estés seguro de si tu club te quiere o no, Alonso— se le escapó una sonrisa irreverente —es así como trabaja el Madrid, ¿no?—.
—Quita el nombre del Madrid de tu puta boca.
—Quítamelo tú.
Si Xabi dudó, Gerard no se dio cuenta, probablemente nadie lo hubiera hecho.
Empujó al catalán contra la pared más cercana, con todas sus fuerzas, como si realmente pudiera terminar con él en aquel momento. Con él y con todo ese equipo de imbéciles venidos a más que era el Barcelona para él.
El del Barça sonrió, siendo consciente de que tenía al chico justo donde quería; lleno de ira que luchaba por escapar por todos y cada uno de sus poros, y con una única y brillante opción para quemar todo ese sentimiento. Gerard sintió arder el cuerpo del centrocampista cuando pasó la mano por sus abdominales, como si realmente fuera a estallar en cualquier momento.
Xabi quemaría esa noche todo su odio, toda su ira, todo su rencor hacia el Barcelona, y sus inseguridades con el Madrid.
Y es que quién iba a decirle, que con lo que él era, y aunque su mente tuviera las ideas muy claras, la piel de todo su cuerpo, cada centímetro, sería blaugrana por unas horas.