No le digas a nadie

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Enciendo una vela en la oscura galería del castillo mágico... En su luz de niebla se alza el velo de mil y un secretos ante el Ojo de la Luna.

Ha caído la noche de lluviosa soledad. Y a la media luz de vitrales, yo reviso los diagramas que describen maleficios inspirados en tinieblas, creados por mí a través de paisajes habitados por ecos de delirios, en intrincados bosques que nadie debe volver a pisar.

Enciendo una vela al recordarte, ah, a ti, hermosa hechicera de cabellos dorados, para llenar la noche con mi anhelo en corona de fuego.

La luz misteriosa de la candela insinúa la existencia de un conjuro etéreo, una magia que escapa en el sol cayendo al horizonte, cuando caminas a la vera del océano, mientras las olas te confían sus secretos.

Busco un conjuro inalcanzable para mis artes más cristalinas o más secretas. Ningún libro de arcanos saberes me enseña a atrapar la escultura de tus manos, ni puede describir la danza de tus cabellos acariciados por la brisa.

Para conquistar tu corazón solo me resta el arte del ensueño, sólo me queda atravesar la puerta del Laberinto del Deseo.

Porque, ¿cómo destilar una poción que se compare al brillo de tu mirada cuando el sol besa tus ojos? ¿Cómo crear la palabra que iguale la caricia de tu voz?

Las Artes Oscuras no son tan poderosas en ardiente ambición, como el deseo que me tortura al contemplar tu piel color de pétalos. No existe un conjuro semejante a la seducción de tus facciones pensativas. Mis maleficios más poderosos hieren menos que las dagas de negarme tu mirada... Polvo de cuarzo, lágrimas de unicornio, y fuego lento, tú eres la pócima de mi pasión, de mi ternura, de mi delirio.

La Luna lo sabe, yo lo sé, no le digas a nadie que en cada magia estás tú.

No preguntes, conjuro mío, y obséquiame tus labios de rojo terciopelo... Cierra tu ojos cuando, yo rendido a ti, con labios anhelantes devore tu boca y en beso apasionado entre sicomoros, hechizos, abrazos, en mi deseo ardiente de tu ser, yo pueda decirte eso, eso que no sé decir.

Encendamos una vela, y en el océano de la noche toma mi mano... Ven, a donde siempre te he deseado. Yo volaré donde tú estás, si pronuncias el conjuro de mis alas. Y no importa, amada mía, que partas a la siguiente aurora. Los sueños sólo retornan con la Luna. Pero yo te prometo que día y noche, en cada arena del reloj, te amo.

La Luna lo sabe, yo lo sé, no le digas a nadie que en cada magia estás tú.

Esta noche, cuando la Esfera no nos una y el silencio responda a nuestras preguntas; cuando martillen nuestras sienes de añoranza; cuando probemos el sabor de la ternura ausente, enciende una vela en los sitios donde estuvimos, donde nos miramos fugazmente mientras llovían cataclismos, y en la penumbra trenzada a tu cabello regálame un beso, sólo uno, uno donde pueda darte el alma, arrebatar la tuya para que no te vayas más, para que te quedes conmigo aunque de nuevo los mapas nos separen.

La Luna lo sabe, yo lo sé, pero no le digas a nadie, no le digas a nadie que en cada magia, en la luz y en la sombra, en la risa y en el llanto, en los cielos nublados, en los mares tormentosos, en mi corazón enamorado, ¡Hermione, siempre, siempre estarás tú...!

Eso que no sé decirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora