Esposo mío... no quiero... morir

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Zhiyin tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para no gritar en ese preciso momento. Su renacuajo se estaba alborotando dentro de su vientre, empujando con la intención de salir y eso lo estaba hiriendo por dentro. Sentía como sus órganos eran presionado, incluso sus huesos peligraban y el dolor era tan cegador que le costaba tanto respirar como enfocar algo delante de él.

Dentro de su cabeza había un pitillo y todo comenzaba a dar vueltas alrededor de él. De seguro por la falta de sangre, debajo de él su mano había palpado en pocos minutos un enorme charco de sangre que aumentaba a cada momento.

Acaso... iba a morir allí.

No, no podía hacerlo. SI eso ocurría Fengxiao los perdería a los dos y él tenía que hacer todo lo posible por proteger a su hijo. Se lo había prometido.

-AAAAAAAHHHHH- un grito que no pudo contener salió de su boca. Su cuerpo empapado de sudor y las venas de su cuello marcándose- No, no- jadeaba a más no poder intentando llevar aire a sus pulmones. Para ese momento no tenía ni fuerzas para intentar calmar su barriga que se movía de forma aterradora debajo de la tela.

Al no tener canal de parto su hijo no tenía a donde ir, y por instinto buscaba una forma de salir, aunque eso implicara hacer daño a su cuerpo.

-Esposo... mío... dónde... estás- casi las palabras no podían salir de su boca.

El próximo grito que salió de su boca terminó por romperse en un profundo sollozo de dolor. Había tenido dolores fuertes en su vida, pero ninguno como aquel. Estaba siendo desgarrado desde adentro y no podía hacer nada. Intentó invocar a Fengxin en un último intento de ayuda, pero no era capaz de concentrar su energía. Su conciencia estaba a punto de desvanecerse.

-No... no...- se decía una y otra vez. Sacudía su cabeza, pero solo podía percibir dolor angustia y el denso olor de la sangre que cada vez se hacía más fuerte- Esposo... mío... no quiero... morir- lloraba sin consuelo.

Las lágrimas corrían por sus mejillas. No quería estar solo. ¿Dónde estaba su esposo? Estaba asustado, dolorido. Solo.

-Estoy aquí- de pronto una voz a lo lejos le hizo abrir los ojos y su corazón palpitó.

Era... era su esposo.

-Fengxiao, Fengxiao- jadeó con fuerza e intentó enderezarse de donde estaba sentado. Una tarea casi imposible.

-Ven- su esposo lo estaba llamando.

Zhiyin estaba abrumado entre el dolor y la desesperación. No era capaz de enfocar nada. Su cuerpo estaba sumamente agotado y solo porque sabía que su esposo estaba cerca era que no perdía la conciencia. A lo lejos vio la silueta oscura, de cabello largo y hombros anchos de Fengxiao. Una sonrisa apareció en sus labios.

-Esposo... mío, ayúdame- sollozó apenas sin poderse mover.

-Ven aquí para poder hacerlo- su esposo le pidió.

Zhiyin no pudo pensar en la situación pues una nueva oleada de dolor lo recorrió y gritó echando la cabeza hacia atrás. Algo caliente dentro de él casi explotó y podía sentir como sus pulmones eran casi exprimidos por el resto de sus órganos. Su renacuajo ya no quería estar dentro de él y empujaba para todos lados. Sería más fácil cortar su vientre y dejarlo salir, pero no tenía nada para hacerlo ni la energía tampoco.

Solo le quedaba hacer algo. Ir a donde su esposo. Y por inercia su cuerpo se movió de alguna forma. Se sintió siendo arrastrado por algo y terminó gateando lentamente, sobre su propia sangre, arrastrando su túnica manchada y sucia y cargando su enorme barriga en dirección hacia su esposo. No percibió cuando atravesó la barrera de protección. Solo quería tomar esa mano que se extendía delante de él.

-Espo... so... mi... o- apenas podía hablar ya. Jadeaba y su cuerpo a gatas se tambaleaba.

La figura de Fengxiao contra luz no dejaba ver su expresión, mas no le importó, sin dudas era él, que había venido a ayudarlo como había prometido. Con lo último que le quedó de fuerza alzó la mano lográndola poner encima de la de su esposo y...

A pesar de su estado, de su situación, del dolor cegador, había algo que Zhiyin conocía demasiado bien, y eran las manos de Fengxiao. Donde estaba cada callo, cada parte suave, cada parte dura, su tamaño, su temperatura, y esas, no era ni de cerca las manos de él.

Sus ojos se abrieron y dejó de respirar. Alzó la cabeza y un rayo de sol iluminó el cuerpo delante de él que sujetó su muñeca cuando este intentó retroceder.

La imagen que se proyectó delante de él le fue tan familiar que perdió el poco aliento que quedaba. Porque era imposible que esa persona estuviera allí. Había muerto hacía mucho tiempo, él mismo había hablado con su alma.

-¿Sue... gro?- la palabra salió de sus labios temblorosos.

Y el hombre delante de él solo sonrió levemente.

Solo puedo decir en mi defensa de atrasarme de actualizar que estuve dos meses enferma con doble vuelta de dengue y que aun estoy intentando recuperarme. Lo quiero

Enamorado de un idiota (Novela original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora