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Tenía la cabeza embotada y el cuerpo algo dolorido cuando se despertó. Seguía boca abajo, con la parte de arriba desabrochada y la piel caliente.

Alfonso la sonrió cuando sus ojos se encontraron y la ayudó a atar el bikini para que pudiese levantarse.

— ¿Te ayudo con la crema? —preguntó cuando la vio volver a sacarla y empezar a extenderla por los brazos.
— Estoy bien —contestó con la voz ronca.
— ¿Te quieres meter al agua? Hace un rato estuve y está buenísima.
— Si, claro. Cuando termine con la crema voy.
— Te acompaño.

El agua no estaba muy fría, pero si lo suficiente para refrescar su cuerpo y el calor abrasador que había sentido cuando se había encontrado con la mirada de Alfonso fijamente en ella. Como le había dicho unos minutos antes, Alfonso la había acompañado hasta la orilla y se había metido al mar sin mirar atrás. Apenas había movimiento así que el fondo de veía a la perfección, igual que los pequeños peces que nadaban en su interior.

— Vamos, Anahí. Métete, está buenísima.

Anahí fue introduciendo su cuerpo poco a poco hasta llegar donde estaba Alfonso.

— No haré pie si te alejas más.

Alfonso echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

— Ven, yo te sujeto —tiró de ella con delicadeza hasta que acabo pegada a su cuerpo—. Pon tus piernas a mi alrededor.

Cuando lo hizo, ahogó un grito de sorpresa en su garganta al sentir la excitación de su cuerpo contra su intimidad. Alfonso colocó una de sus manos sobre su trasero y se introdujo un poco más en el mar. Anahí echó la cabeza hacia atrás para mojar todo su pelo mientras Alfonso la seguía abrazando. Sentir sus brazos a su alrededor, el agua refrescante y el sol en la cara, se sintió plena y feliz.

Al ver sus pechos a la altura de su boca, Alfonso sintió como su miembro se hinchaba todavía más y, sin pensarlo demasiado, inclinó la cabeza hacia delante para besar la piel que había entre los dos pechos. Anahí dio un saltito, volviendo a poner la cabeza hacia delante y se quedó mirando lo que Alfonso estaba haciendo, con la respiración pesada y agitada.

— Alfon... —suspiró antes de que Alfonso chocase su boca con la de ella, en un beso profundo y pasional que le hizo dar vueltas la cabeza.

Sin perder más tiempo se apretó contra él y profundizó el beso hasta casi marearse. Las manos de Alfonso bajaban y subían por su espalda, jugando con las dos partes del traje de baño y haciendo su cuerpo arder.

— Te deseo, Anahí —susurró, entre beso y beso.
— Yo también.

Alfonso volvió a bajar la cabeza, dejando varios besos en su cuello y clavícula, hasta llegar de nuevo a sus pechos. Echó el bikini hacia abajo, liberando los pechos, y se llevó un pezón a la boca, haciéndola gemir.

— Oh...

Anahí se abrazó a él con fuerza, restregándose de arriba a abajo con lentitud, sintiendo como su miembro la acariciaba por encima de la braguita y el bañador que los separaba. Bajó la mano hasta ahí y después de unos segundos, se atrevió a meter la mano para masajearlo. Alfonso gruñó, tirando del pezón con los dientes y succionando después para aliviar el dolor. Cuando se separó, la miró a los ojos fijamente.

— Necesito entrar en ti.

Ella miró hacia todos lados, viendo que la poca gente que había en la playa estaba ajena a ellos, que estaban medio escondidos tras alguna roca.

— Nadie nos verá, te lo prometo.

Anahí no respondió, simplemente volvió a rozarse contra él y se acercó a morderle el lóbulo de la oreja.

Hija ocultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora