Mommy Punishment - Minayeon

Uno

- ¿¡Qué!? - Exclamó su mejor amiga cerrando el casillero con fuerza.

- Como lo oyes. Dijo que no. - Tomó su bolso y lo colocó en su hombro.

Sana miró a su amiga incrédula, no podía creer lo que esta le había dicho, llevaban planeando ir a esa fiesta desde que comenzaron los rumores, ella había convencido a su padre para que las llevara, y ahora Nayeon se echa para atrás.

- Nayeon, vamos. Lo prometiste. - Se cruzó de brazos y mirando a su amiga con el entrecejo arrugado. La coreana se subió de hombros. Sana rió sarcástica. - No pienso ir a esa fiesta sola. ¿Recuerdas? El plan b, emborracharnos, ver chicos lindos, bueno solo yo. - Corrigió. Tomó los hombros de la mayor y la agitó. - Tienes que acompañarme, no quiero hacerlo sola. - Hizo un puchero.

Nayeon por más que quisiera aceptar, sabía que no podía desobedecer a Mina. O eso solo significaba una cosa. "Castigo"
Y no son de los típicos donde te mandan a ver la pared o te quitan su celular. No, esto era diferente.
Así que o era ir a la fiesta, o ser azotada.

Sacudió la cabeza de tan solo pensarlo.

- No. - Sana abrió la boca. - Lo lamentó Sasa, pero no quiero tener que afrontar las consecuencias. - Hizo un mohinal recordar la última vez que desobedeció a Myoui.

Sana rodó los ojos, irritada.

- ¡Uish! ¡Eso es lo que ganas al aceptar irte a vivir con la Socia de tu padre! - Gritó, provocando que algunos las mirasen. Nayeon sintió sus mejillas arder.

- Sana, por favor baja la voz. - Pidió en un susurro. La menor llevó sus manos a su cintura. -  Además, tú misma sabes que mi padre fue quien me obligó a irme con esa tipa. - Se cruzó de brazos e hizo un mohín.

La Japonesa asintió, su amiga tenía razón.

- Sin embargo, tú aceptaste. - Atacó.

- ¡Porque mi padre dijo que nos beneficiaría a los dos! - Se cayó cuando volvió a observar a uno de los estudiantes hacia ellas. - Y eso es todo. - Susurró. Sana hizo una mueca.

- ¿Y qué has conseguido con eso? - Dió en el clavo.

- Pues... Emm... - Si Nayeon era sincera , nada. Solo estaba allí en esa casa como ¿Novia?, ¿Mujer?, ¿Esposa?, ¿Mascota...? Ni si quiera ella sabe que hace allí, pero lo que sí sabe es que a su padre le ha ayudado mucho. De todas maneras, Mina no es lo suficientemente abierta con ella, sólo le hace el desayuno, le compra ropa y uno que otro obsequio. Casi como una Suggar Mommy. - ¿Ropa nueva?

- ¿¡De qué vale que te de ropa si no te deja ir a una puta fiesta!? - Nayeon abrió los ojos sorprendida y asustada por el carácter de tu amiga. - ¡Vas a venir conmigo Im Nayeon aunque tú trasero quedé rojo como la nariz de Rodolfo el Reno! - Todos los que estaban a su alrededor escucharon tales palabras.

- ¡Sana!

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La Coreana sacó sus llaves de su mochila, introdujo éstas y abrió la puerta. Observó la sala sorprendiéndose al momento de encontrar a la Pelinegra sentada en uno de los sillones con un libro en mano.
Llevaba puesto pantalón elegante negro y una camisa blanca de botones, las mangas recogidas dejando ver su antebrazo, y tenía uno de sus botones desabrochados dejando ver un poco de su cuello y clavículas marcadas. Y por qué Im notó, hoy llevaba su cabello recogido en un moño dejando caer algunos mechones en su rostro.

- Buenas noches. - Dijo una vez estuvo al frente de la mujer. Esta apartó su mirada del libro "Don Quijote De La Mancha", para llevarla hacia la Coreana. Nayeon hizo una pequeña reverencia. - Llegué justo a las siete, tal y como así usted lo pide. - Aclaró con cierto tartamudeo en su habla, la mirada de aquella en serio le causaba escalofríos.

Mina dejó a un lado el libro, se cruzó de piernas y observó en su reloj de mano la hora, haciendo a la menor bufar por lo bajo. Cuando comprobó que era cierto, esbozó una pequeña sonrisa hacia la muchacha.

- Bien hecho, Pequeña. Así me gusta, linda y obediente. - Nayeon tragó en seco, parecía que hablaba con una degenerada.

- ¿Pu- Puedo ir a mi habitación, Mommy? - Llevó sus manos hacia atrás en señal de respeto.

La mujer asintió con la cabeza. Cediéndole el permiso. La menor hizo una reverencia para luego darse la vuelta y caminar hacia su habitación. Allí se cambió de ropa, se dió una ducha y aclaró sus pensamientos por un momento.

¿Qué haría?

¿Volver a pedir el permiso? O simplemente escapar. Prefirió irse por la primera opción, tal vez si le decía la propuesta de su amiga esta cedería. Así que lo aceptó, en la cena hablaría con ella.

Y si no acepta, ella se las arreglaría.