Después de tener una discusión breve con Kisaki a la hora de pagar la comida, Hanma agradeció con una sonrisa al empleado que le entregó sus hamburguesas y bebidas, y, junto a su compañero, caminó lejos del mostrador.
—No lo sé, es extraño que me invites a un lugar como este en vez de esos puestos de ramen de mala calidad que obtienes casi gratis porque los dueños te conocen —confesó el menor, mientras agarraba su bandeja—. ¿Seguro que no es mucho dinero para que pagues tú solo?
—Oye, oye, puedo darme mis lujos a veces —Con la mano libre hizo un gesto, ladeando la cabeza también.
—Ajá, como digas...
—¿Nos quedamos aquí o vamos afuera?
Luego de que Hanma preguntara aquello, ambos se detuvieron. Kisaki se dispuso a echar una mirada al panorama, arrugó la nariz y dirigió su atención a Hanma otra vez.
—Afuera. Hay mucha gente aquí.
El otro chico asintió y se adelantó hasta la puerta de entrada, abriéndola para que Kisaki pasara primero, con él siguiéndolo. Ocuparon la primera mesa vacía que pudieron encontrar, pues de no haberse apurado alguien les habría quitado el lugar, con tanta gente que estaba concurriendo.
Antes de sentarse, Hanma se quitó la mochila que traía puesta y la acomodó en el respaldo de la silla.
—Por cierto, ¿Qué traes ahí? Nunca te veo cargando mochila —Kisaki volvió a hablar, y señaló con el dedo índice al objeto mencionado.
—Oh, esto... Nada, tengo un trabajo que hice.
—¿Trabajo? —Levantó una ceja, y con ambas manos agarró su hamburguesa. Le dio un mordisco y no esperó a tragar el bocado para seguir con preguntas—. ¿Tú haces cosas?
Hanma resopló, sonriendo. No contestó nada, y solo se dispuso a comer. En consecuencia Kisaki entrecerró sus ojos. La cosa no pintaba bien.
Miró su vaso de refresco, y antes de tomarlo para beber de él, se quitó los lentes y los posicionó a un costado de la bandeja de comida.
—Siempre haces eso —Hanma comentó de repente, y Kisaki levantó la cabeza para verlo y descubrir que ya se había comido más de la mitad de su hamburguesa.
—No me gusta que el gas salpique el refresco a mis anteojos —Dicho eso, dio otro mordisco a su comida. El mayor asintió varias veces, y no le quitaba la mirada de encima a Kisaki—. ¿Qué? —soltó, secamente.
—Tus ojos son muy lindos, quisiera verlos así más seguido.
—Ay, por favor... —De inmediato, Kisaki volvió a poner la vista en su bandeja. Hizo todo lo posible para no dejar salir la sonrisa que su cara quería mostrar. Todo el tiempo Hanma le decía cumplidos así de la nada, y le estaba costando cada vez más no reaccionar de algún modo a ellas. Y lo peor para él era que siempre esperaba recibir alguno de su parte.
Ni en mil años lo admitiría, pero en ese último tiempo, temía que sus reuniones solo fueran para oír a Hanma llenándolo de palabras bonitas, y no para lo que realmente creía que debían ser.
—Como te decía por teléfono... —Kisaki intentó iniciar un tema nuevo, con un leve temblor en la voz—. Creo que Mikey y su hermana Emma son muy cercanos. Si averiguamos más de ella, creo que podríamos...
—Ah, ahora sí —Interrumpió Hanma, al terminar de comer.
Kisaki se quedó más confundido de lo que ya se sentía, no era normal que lo ignorara sin más. Decidió quedarse callado por el momento y, llevándose el sándwich a la boca, detuvo en seco sus movimientos al ver que Hanma se puso de pie, abrió su mochila y sacó de allí dentro una cartulina enrollada. Tenía una sonrisa de idiota en la cara, lo que advertía sin duda que las cosas se estaban poniendo feas.
—Tetta Kisaki —dijo, alzando la voz. Varias personas de las mesas a su alrededor dejaron lo que estaban haciendo para voltear a ver la escena—. Este año que he pasado junto a ti ha sido el tiempo más feliz de mi vida. Solía ser alguien sin esperanzas, resignado a tener una vida aburrida y monótona, pero llegaste tú, y eso cambió para siempre. Por eso...
—Hanma, ¿qué demonios estás haciendo? —Con los dientes apretados y forzando una especie de sonrisa, Kisaki cuestionó.
Ajeno a todo lo que Kisaki le decía, Hanma no hizo más que desenrollar la cartulina, dejando que hable por él.
Aun sin sus lentes puestos, era capaz de distinguir perfectamente lo que estaba escrito en ese cartel, lleno de colores que no combinaban en absoluto y con una tipografía digna de exposición de un niño de primaria.
"¿Quieres ser mi novio?"
Después de acabar la lectura de la... pintoresca declaración, las manos de Kisaki dejaron caer el sándwich, que se desarmó al impactar con la bandeja de plástico.
El chico oyó cómo los demás consumidores del restaurante comenzaban a murmurar cosas y prestarles atención a ellos, y su primer impulso fue levantarse del asiento y tirar del brazo de Hanma para llevárselo de ahí. No sin antes tomar sus anteojos y la mochila del otro, por supuesto.
—¡¿En qué carajo estás pensando?! —Kisaki estrelló la mochila contra el cuerpo de Hanma, sin importarle si luego la iba a sostener o no. Terminó de acomodarse los lentes y no paraba de caminar.
—En si me vas a corresponder o... —respondió, intentando seguirle el paso mientras volvía a guardar la cartulina.
—¡¿Cómo crees...?! —Dejó de caminar, y casi cayó al suelo cuando Hanma chocó contra él—. ¿Por qué lo hiciste así?
—¿Así? —Sonrió, viéndolo a la cara y tratando de no soltar una risa al observar su expresión—. Entonces sí esperabas que lo hiciera, ¿eh?
—No me cambies de tema —Kisaki lo empujó, quizás porque estaba indignado, quizás para que no viera lo rojo que se había puesto, quizás por las dos cosas—. No quiero verte ahora, yo... —Lo dejó a medias, y sin ganas de excusarse, simplemente adelantó el paso y dejó a Hanma atrás, aunque su andar no era muy rápido.
—Bueno, lo intenté... —Hanma suspiró.
—¡No te dije que no, inútil! —Gritó, todavía alejándose. Shuji abrió grande los ojos, no esperaba que el chico lo escuchara, y mucho menos que le respondiera algo como eso. Su cara formó una sonrisa bastante grande.
—No lo sabe aún, pero va a ser...
—¡Ni se te ocurra terminar ese meme de mierda!
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Escribí esta cosa sin sentido en un ataque de inspiración al ver el dibujo. Ojalá se hayan reído al menos(?
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Si trae cartulina, huye || HanKisa
FanfictionAjeno a todo lo que Kisaki le decía, Hanma no hizo más que desenrollar la cartulina, dejando que hable por él. Aun sin sus lentes puestos, era capaz de distinguir perfectamente lo que estaba escrito en ese cartel, lleno de colores que no combinaban...