Después de la muerte de Billy, Max dejó de ser la misma.
Una carcajada, incluso una sonrisa sincera se volvieron desconocidos en su vida.
Por otro lado esta t/n Bennett, recién llegada a Hawkins (o regresada), con un trágico pasado, pero dispuesta...
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22 de marzo de 1986
La alarma sonó y yo me sentía fatal. Estaba agotada física y emocionalmente, y como si eso fuera poco esa noche tampoco pude dormir gracias a las pesadillas. Esta no tenía mucho que ver con el laboratorio, todo se centraba en el odio que Max podría tener sobre mí, cosa que me resultaba en extremo aterradora.
Recordé que nuestro número de las porristas era ahora y el juego sería en la noche, no estaba de ánimo, pero tampoco quería quedarme en la cama todo el día. Suspiré levantándome para alistarme. Ya estaba preparada, era algo tarde y Lana no había pasado por mí.
¿Por qué lo haría? Después de lo de anoche añadiendo la confesión sobre que Max en realidad era mi novia... No la culparía si decidiera alejarse de mí, ni a ella ni a nadie. Si pudiera, correría lo más lejos posible de mí misma. Lástima que es imposible.
Me coloqué los audífonos, tomé mi patineta y salí de casa andando sobre la tabla de una manera lenta. Lo único que estaba disfrutando era el escuchar mi canción favorita en el oído, amaba esa canción y siempre me haría sentir como la primera vez que la escuché.
Mi posición era la misma, cuando un auto comenzó a andar muy pegado a mí y disminuyó su velocidad, levanté la mirada del suelo para toparme con Lana en su auto diciéndome algo pero por la música no era capaz de entenderla.
—¿Qué? —pregunté removiendo los audífonos de mis oídos y deteniéndome.
—Que si no te subes a la de ya, yo misma te atropello con el auto. Anda, peque, se nos hace tarde.
Fue la primera vez en el día que sonreí.
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Llegamos y estaba la consejera dirigiendo a todos al gimnasio de la escuela donde nosotras daríamos el espectáculo que Chrissy nos ha tenido ensayando desde el día uno. Lana y yo bajamos de prisa y corrimos en la misma dirección que los demás, nos reunimos con el resto y me llenó de tranquilidad y felicidad recibir un abrazo grupal de mis amigas diciéndome que todo estaba bien y que a ellas no les importaba nada de lo que habría pasado, comenzaríamos de nuevo y se quedarían junto a mí.
