el después

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Los personajes le pertenecen a Kafka Asagiri.

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La noche había caído como una maldición en la ciudad de Yokohama, atrayendo a las malas noticias, tan malas como la oscuridad misma; estaba en bocas de todos, menos de uno, menos del que tal vez más le importaba, -de cierta forma-, porque a Akutagawa no le había llegado a los oídos lo que había pasado. Aún no. Se necesitarían aproximadamente cuatro minutos para que la noticia lo impactará, y como si fuera la última vez que podría alcanzar cierta felicidad disfrutó el paseo a su hogar.

Con cierta ligereza típica de él, subió las gradas, parecía ni siquiera pisar el suelo por el cuál transitaba, nunca hacía el mínimo ruido en ninguna actividad. Había sido un día bastante ajetreado en la mafia, pero no tenía sueño, pese a ser de madrugada, de hecho estaba bastante despierto, abrió la puerta con bastante suavidad, agradecía que la puerta no emitía sonido, no le agradaba los sonidos que no fueran estrictamente necesarios.

-Llegaste- pronunció Gin en algún lugar del apartamento. Cerró la puerta a su espalda, se despojó de lo que llevaba encima y se dispuso a buscar a su hermana, había salido una hora antes que él, no la había visto irse. La encontró en la cocina, sentada en la mesa del comedor, su rostro dando directamente a la negrura de la noche, aún no se sacaba su ropa de trabajo, aunque estaba acostumbrada a hacerlo cuando recién ponía un pie en el departamento, iba a preguntar el porqué de esto, sin embargo, el fantasma de su voz fue callado por ella. -¿ya te enteraste?- giró su silla para quedar cara a cara, como si necesitará ver la expresión de su hermano, y cuando finalmente vio el rostro confundido de este un tinte de preocupación pinto su rostro.

-¿de qué tendría que enterarme?- respondió, no había nadie más en la casa, y aún así sus voces eran bastante bajas como si sus palabras podrían herir al otro.

Gin emitió un pequeño "oh" y después se calló, esto habría desesperado a cualquiera, especialmente a su hermano que genuinamente odiaba la preparación que daban los humanos para emitir algún comunicado, las cosas eran simples y debían decirlas como tal, todo eso de "preparar a la persona para la noticia" no era más que una ridiculez, y sin mencionar el hecho de que ryūnosuke pensaba que si debían preparar a las personas era porque eran débiles y no había cosa más desagradable que saber que los demás te perciben débil, también podemos añadir a esto que la paciencia no era una de sus virtudes, pese a esto, no sé mostró desesperado, eso demostraba mucho más, no expresó ningún emoción de curiosidad y espero.

-Osamu abandonó la mafia- terminó de decirlo y ella genuinamente espero lo peor, pero nada pasó, ni siquiera hubo una expresión aparte de una pequeña confusión en sus ojos que rápidamente desapareció. Él miro fijamente a la nada, con esos ojos negros que parecían no tener fondo. Pero, había algo dentro de esa carencia de emociones, algo mucho más profundo que la tristeza que ella espero, fue una soledad desalentadora lo que se alojó en su pecho esa noche.

Al principio Ryūnosuke no supo qué pensar, carecía de ideas lógicas y emocionales a la vez, el interior de su mente era un enorme mar de preguntas. El sentimiento de abandono seguido de una pequeña decepción fue repentino, se sintió como si fuera un niño abandonado por segunda vez en medio de la oscuridad, insuficiente, poseía el rostro más lamentable en ese momento, tenía tantas preguntas que le comenzaba a doler la cabeza, aún así, no quiso expresar nada, sintió que si preguntaba algo solo se escucharía un sollozo incontrolable como el de aquel niño que había sido algún día, así que actuó como si estuviera vacío, como si el perro de la mafia, aquel perro rabioso incontrolable, no tuviera corazón.

-Nadie sabe el porqué de su huida, simplemente ha desaparecido- prosiguió Gin respondiendo las preguntas que tenía en la punta de su lengua, ella también parecía no tener ninguna emoción cuando lo dijo, como si no quisiera hacer más grande el dolor de su hermano y lo miro expectante, guardaba la esperanza de que tal vez podría echarse a llorar, esperaba eso, cualquier emoción, pero este deseo tampoco se le concedió.

Un pequeño sin sabor se arremolinaba en su lengua al no poder haber sido suficiente para hacerlo quedarse, por no haber sido capaz de evitar su abandono, mordió sus uñas sin mirar a su hermana, pensó en el mañana, no se dio el tiempo para interpretar la huida de su mentor, no en ese momento. ¿cómo estará todo mañana? no sabía la hora correcta, pero sabia ya era tarde. Escuchó un "¿estás bien?", tenía a su hermana a menos de un metro, sin embargo la voz se escuchaba lejana, no respondió, odiaba la lástima, la lástima hacía que lo demás lo percibieran como débil, aunque por primera vez, esa noche se le antojó que quizá, todos sintieran pena de él, del pobre huérfano que había sido abandonado por segunda vez.

Agachó la cabeza e hizo el recorrido a su cuarto dejándola sola en esa cocina, la oscuridad le dio la bienvenida a su cuarto, podría decirse que él también pertenecía a la oscuridad.

Se dio el tiempo de abrir la ventana, tal vez podría entrar algo de luz por ahí; Quizás. Todas las preguntas que tuvo esa noche las escondió consigo en la oscuridad, los deseos y anhelos fueron enterrados en sus huesos y soltó la respiración como si se hubiera liberado, aunque estaba más atado que antes, atado a una vida que jamás deseo, atado a una necesidad asfixiante de reconocimiento, atado a sí mismo.

Pese a lo que todos esperarían, no estaba triste, solamente había un anhelo de vivir digno escuchando las palabras que más deseaba, había algo de ira, decepción, algo de remordimiento, sin embargo, no tristeza; había soledad en la sequedad de sus ojos, había preguntas y molestia en su garganta, su mente recorrió su habitación miles de veces buscando una salida, un encuentro casual, buscándose a si mismo en el espacio negro que le rodeaba.

Escuchó dos toques en su puerta, con pausas pero certeros, no sabia cuanto tiempo había pasado encerrado ahí, escucho su nombre susurrado afuera de la puerta, una tos seca interrumpió su propia voz explicando que estaba bien, abrió la puerta despacio, encontrando a Gin afuera, algo apenada por habérselo dicho, manteniendo la expresión preocupada que siempre tenía cuando sabia que cosas muy malas se avecinarían, él la observo en completo silencio, como siempre que había algo implícito en los ojos de ambos, y ahí aferrado a la puerta entreabierta escuchando su propia respiración pesada tuvo plena conciencia que estaba solo nuevamente, abandonado, alejado nuevamente de su motivación de vivir, descuidado por la apatía de su "mentor". Ni una sola lágrima se deslizo por su mejilla al abrir completamente la puerta y sentir la suave caricia de su hermana en su pómulo derecho.

Gin estaba arrepentida, sabia que no podía calmar aquel dolor de desamparo repentino de su hermano, y aunque sabia que era inútil en esta situación, acarició a su hermano, y deseo entrar y consolarlo, que llore en su hombro, que reniegue su propia existencia y que maldiga a la vida misma, sin embargo, no ocurrió y ella dudaba si el aceptaría algo así, pensó que quizá el querría estar solo, como siempre. -Buenas noches, solo golpea mi puerta si necesitas algo- susurro con la esperanza de que la dejara acompañarlo, con un asentamiento se dio cuenta que el no haría eso y tuvo que finalmente resignarse.

Ya solo, muy entrada la madrugada sintió un dolor recurrente asentarse en su pecho, una nebulosa de nostalgia golpeó su cerebro, y lo aplastó hacia abajo, hundiéndose en la simpleza de no ser suficiente nunca; el dolor de siempre, del que todos desconocían porque el perro de la mafia no tenia corazón; solo una herramienta para matar, se manifestó en sus uñas mordidas y en sus deseos de demostrar que él era más de lo que le habían dicho siempre. Así como todos desconocían eso, también como miraba la oscuridad de su habitación expectante siempre, como si algo ocurriría, como que en el librero de lado derecho de su cama tenia escritos suyos alegando una vida mejor, una aprobación enfermiza, un amor inhumano y una caricia lejana.

Aún así, él nació para algo, para algo fue creado en una noche tan oscura como esa y nada de eso concordaba con sus deseos profundos. Finalmente despertó del trance, con las pequeñas luces del amanecer entrando ávidamente por la ventana abierta, un nuevo día siendo un arma de la mafia, se levanto de la cama con pesadez, él sabia que tenía que buscarlo, por obligación y por el mismo, y aunque el deseó haber salido a buscarlo esa misma madrugada, a lo mejor con suerte encontrarlo, y suplicar su regreso, escuchar el porqué, y gritarle que se quede con él, que sería mejor está vez, mucho mejor que antes. Sin mas, se ducho con rapidez en agua ardiente, y mirando su reflejo en el agua deslizándose de su cuerpo, finalmente adoptó el papel que le habían obligado.

La Última Lagrima De AyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora