3. La Película

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¡DARIAN!



El verde del parque predominaba visualmente. El ladrido de una mascota, las charlas de personas y la brisa en los arbustos se presentaban ante mí.

—Y, Darian, cuéntame, ¿Qué haces en tu tiempo libre? —la suave voz de Janice se interpuso en el ambiente. Su voz me gusta, es delicada y enérgica. Como me gustaría escucharla en su faceta de excitación, pronunciando mi nombre entre jadeos y gemidos.

—Me gusta disfrutar la vida a mi manera, haciendo cosas que me gusten sin darle importancia a la opinión ajena. —respondí con simpleza, paseando mi vista por el verde primaveral de Manhattan.

Ella soltó una risita burlona, como si yo no estuviese entendiendo algo.

Raro.

—Te pregunté qué sueles hacer, no lo que piensas de lo que haces —pausó, mirándome con diversión—. ¿Sí entiendes?

Claro que entiendo, por supuesto que entiendo lo que quiere decir. Quiere que sea un poco más directo, quizás más profundo, que sea un poco más abierto, y ya que lo pide, seré un poco más transparente con ella.

Reí por lo bajo y luego aclaré mi garganta para mirar fijamente a sus azulejos ojos que contrastaban con su rubio cabello y el verde de fondo.

—Pues, verás, me gusta la poesía. Mi poeta favorito es Pablo Neruda, y a veces, también me gusta escribir poemas —mentí, pero le mentí con algo de verdad, una técnica que suelo usar muy a menudo, disfrazar mis mentiras con trozos de verdades. Sí me gusta la poesía y suelo escribir de vez en cuando, pero no es Neruda mi poeta favorito, sólo utilicé un poeta más famoso y coloquialmente conocido para así causar impresión. Mi poeta favorito en realidad es Charles Baudelaire.

—Oh, que interesante se oye, no suelo leer poesía, pero me gustaría leer algo escrito por tí.

Pensé en cómo causar excitación en la mente de Janice mientras nos sentamos en una banca. Ella lo complica, he tratado de sonar interesante, pero no parece estar impresionada con nada, ríe y se divierte, pero no luce fascinada.

Janice parece ser de esas chicas que no son seducidas por simples palabras, Janice parece ser más de esas chicas que para llevarlas a la cama hay que tocarlas, excitarlas con el tacto.

No puedo tocarla en un parque frente a tantas personas y menos cuando no tengo ni media hora conociendola. Sin duda alguna es necesaria una segunda cita, una segunda cita en la que no nos acompañe el ruido de la tarde en un parque de Manhattan. Necesitamos una segunda cita en donde nos acompañe la soledad, dos copas de vino y una música suave para bailar.

Miré mi reloj en una búsqueda desesperada de la excusa perfecta para huir momentáneamente de Janice.

—Oh, Janice, como me gustaría seguir charlando contigo —dejé de ver mi reloj en lo que ella se fijó—, Pero tengo un compromiso en unos minutos. ¿Te gustaría vernos en otra ocasión?

Le regalé una sonrisa que fue correspondida inmediatamente.

—Por supuesto, ha sido un gusto para mí, así que sí me gustaría volver a encontrarnos. —la sencillez de sus respuestas volvía a relucir.

—Bueno, ya que ambos estamos desesperados por volver a vernos, ¿Qué te parece si cenamos ésta misma noche? —dije añadiendo una broma para suavizar la seriedad de la propuesta.

Ella sonrió abiertamente y combinó el sonido de su sonrisa con las hojas que se movían gracias a la brisa y los murmullos desconocidos a nuestro alrededor.

¡Víctima de Darian!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora