Capítulo 11º

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  • Dedicado a Begoña Aliaga Sirvent
                                    

-Me voy.

-No digas bobadas. ¿A dónde piensas irte?-Aile cogió a Annia por el brazo, sorpendida por su conducta-En todo caso, tendría que ser yo la que se marchara.

-¿Dónde, Aile?¿Tienes algún lugar al que volver?-se arrepintió en seguida de haber dicho esto, al ver la cara desconcertada y desolada que puso la otra-Oh...perdona, Aile...yo...

-Te has pasado-se levantó y le volvió la espalda-. Aún no me has dicho a dónde piensas ir-tras un largo titueo, respondió:

-A la torre de Lassha-Aile se detuvo. Ocurrió lo que Annia se temía. Su amiga se acercó hacia ella corriendo, sacando un cuchillo.

-Lo siento, Aile.

-¡Cállate y vuelve aquí!-la ninfa tocó el tronco que tenía al lado, y comenzó a desaparecer dentro de él, como si se la tragase-¡No!¡No sabes lo que haces!¡Esa chica era completamente inocente!-se la tragaba, poco a poco-¡NO SABES LO QUE TE HARÍA A TIII!-clam. Le hizo un tajo al árbol. Tiró al suelo en cuchillo.

-¡Maldita sea! Te odio...

                                                                              * * * * * *

 En un extremo del mismo bosque, a miles de kilómetros de allí, reapareció Annia. La zona parecía tranquila, así que se desplomó donde estaba, cansada por el viaje. Aún no había desarrollado del todo esta habilidad para transportarse, y lo poco que podía era ir cien o doscientos kilómetros a la redonda.

-Nuevo récord-dijo sonriendo, aunque no podía decirse que estuviera contenta. Desde ahí fue hacia el oeste, siempre hacia el oeste. No le quedaban energías para volver a hacer lo mismo y estaba agotada. La persiguieron criaturas extravagantes como nunca había visto, plantas carnívoras y gentes nativas que vivían entre la maleza. Hasta que, un día, escuchó voces. No guturales, ni chillidos; voces. Gritaban y parecían acercarse, pero Annia se escondió de todas formas. Nunca se sabe quiénes pueden ser. Pasaron corriendo tres chicas; una completamente verde y marrón, de los colores del bosque, y dos gemelas.

-¡Correeeed!-chilló una. <<¿Qué? ¿Esa no es...esa no es Misaki?Espera, espera...¿hay dos?>> Se quedó perpleja. Una de las dos tenía alas...¡y la otra era una elfa!<<¡Ésa es Misaki!>> Salió de su escondite sin mirar el motivo por el que huían, y chocó contra uno de los Kazas que las perseguían. Alcanzó a ver cómo Misa volvía la vista atrás y la miraba, y emitió una especie de grito para que la ayudase. Eso, sin embargo, no pasó. Ellas tres eran unas chicas que iban huyendo, fugitivas, desarmadas y heridas. Y los Kazas eran "policías" con fusiles, bien alimentados y con buen equipamiento y conocimientos sobre la tierra que pisaban. No había color, no podían hacer nada. Le pegaron un golpe en la cabeza y todo se volvió negro.

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-Te...¿tendríamos que haberla ayudado?-preguntó Misa, jadeante.

-No, no merecía la pena. ¿Querías volver a la Torre?-inquirió Yashiro, molesta.

-No...pero tampoco que le haya pasado nada...

-Misa, no podríamos haber hecho nada-intervino Gëida-. Piénsalo.

-Ya, pero aun así...-se paró de repente. Podía oír un jadeo y pisadas de alguien que corría. No les dio tiempo a esconderse, pero por fortuna no era nadie indeseado. Era la chica de antes, con una herida sangrante en la cabeza. Se paró frente a ellas.

-Gracias por lo de antes...-dijo con ironía. Era rubia, ojos marrón-rojizo, y piel lechosa. Tenía un cuchillo prendido al cinto, y un dedo completamente rojo por la sangre.

Los Misterios de AileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora