De notitas y aulas vacías

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Draco Malfoy era sin género de duda la prueba viviente del retraso mental que produce la endogamia. Estúpidos aristócratas, tanta obsesión con la sangre pura les había llevado a esto pensó mirando al rubio, cada vez estaba más convencida de que era idiota. ¿No veían acaso que estaban haciendo flaco favor a la sangre mágica? Aquello parecía generacional, cada nueva rama del árbol genealógico era más inútil que la anterior, no quería ni pensar a donde podía llegar el mundo mágico con los posibles descendientes de los Malfoy. Resopló una vez más y le miró sacudiendo la cabeza alucinada.

— Por más que lo intento no soy capaz de entender cómo puedes ser tan idiota Malfoy.

— Cállate Granger — gruñó.

— Te dije que no lo hicieras maldita sea — Hermione se pasó la mano por la frente frotándosela distraídamente.

— Yo no acepto órdenes de nadie, menos de impuras como tú.

La castaña bufó y se sentó en el suelo negando con la cabeza.

— Desde luego esto será terrorífico si tengo que pasarlo así.

— ¿Eso crees? — El rubio la miró asesinándola con aquellos fríos ojos grises — Soy yo quien está en esta situación pegado a ti, estúpida sangre sucia.

— Lo que tú digas Malfoy .

Era mejor no escucharle, empezaba a dolerle la cabeza con sus quejidos, llevaba al menos diez minutos refunfuñando y maldiciendo como un energúmeno, condenado niño caprichoso y consentido.

Bien Hermione, piensa. No por nada era la bruja más inteligente de su generación, para todo hay una salida, si se habían metido en aquel lío podrían salir, solo hacía falta encontrar el modo.

FLASHBACK

— Es uno de nuestros nuevos inventos Hermione — George tomó el pequeño saquito de color bermellón y un folleto del mismo tamaño de no más de tres páginas.

— Instrucciones incorporadas — Añadió Fred.

— Para que no haya error posible — Acabó George.

— Desde la última vez... — Continuaba su gemelo

— Decidimos que era necesario — Terminó el otro con un ligero carraspeo.

— ¿Última vez? — Hermione frunció el ceño mirando los inocentes rostros de ambos Weasley.

— Error de cálculo — Dijo George.

— Nada que no pudiera arreglarse — La tranquilizó Fred.

— Ahora está totalmente solucionado — Soltaron ambos.

— Es absolutamente seguro Hermione — Siguió George.

— ¿Pondríamos en peligro a nuestra bruja favorita? — Terminó Fred.

La castaña parpadeó mirando el pequeño folleto y sopesando el saco de ingredientes con su mano derecha. Enlázados leyó. Suspirando pensó que debía estar completamente loca para acceder a aquello, pero la apuesta con Ginny había sido clara. La pelirroja había besado a Harry y ahora era su turno. Tenía que atarse a Ron, Ginny estaba completamente convencida de que un fin de semana unida a su hermano sería más que suficiente para que éste mandara al cuerno a Lavender y se atreviera a declararse a Hermione. La castaña quería morirse de la vergüenza y más que le pesaría cuando Ronald se diera cuenta del lío en el que le iba a meter. ¿En qué demonios estaba pensando cuando accedió a aquello? Bueno, lo cierto es que al ver las miradas que Harry lanzaba a la pequeña de los Weasley y sabiendo como sabía que ella llevaba toda la vida enamorada de su amigo, no pudo evitar empujar a la chica a los brazos de Harry cuando vio la oportunidad. No se arrepentía, ambos parecían brillar con luz propia desde entonces. Abrió el folleto y leyó las instrucciones que decían como hacer la poción y el momento adecuado para su uso, seguido de los efectos secundarios y los problemas que podían surgir de ello.

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