El ocaso del otoño

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Cinco meses después. Primavera

— ¿ESTÁS EMBARAZADA? — Ron boqueó mirando con ojos desorbitados a su amiga — ¿Cómo ha sido eso posible?
Hermione bufó observándole de soslayo con una mueca de disgusto.
— De la manera común Ronald — gruñó sirviéndose más zumo de calabaza — Pensaba que no tenías dudas sobre el tema...
Él ignoró la observación y se frotó la nuca incómodo y más que visiblemente preocupado.
— ¿El lo sabe? — Preguntó Harry.
La castaña negó con la cabeza y agradeció internamente el que su amigo hubiera tenido el tacto suficiente para no preguntar quien era el padre del bebé.
— ¿Y va a saberlo?
Ella negó de nuevo y los tres se sumieron en un silencio incómodo que rompió finalmente el pelirrojo acercándose a Hermione.
— Nosotros cuidaremos de ti
— Oh Ron ya lo sé — dijo limpiándose una lágrima rebelde — Este bebé tendrá los mejores tíos del mundo.
— Ni lo dudes —Harry sonrió tratando de quitar algo de hierro al peliagudo asunto.
Pero Ron miraba a Hermione aún con el ceño fruncido
— No, este bebé tendrá el mejor padre del mundo — espetó aferrando los antebrazos de la chica — Cuidaré de vosotros Hermione, no tienes que hacer esto tú sola.
Ella le miró, clavando sus profundos ojos castaños en los azules de él y sollozó, hundiendo el rostro en su pecho y abrazándolo con fuerza. Ron la envolvió entre sus brazos y la estrujó delicadamente, hablando con los labios pegados a su cabeza.
—Todo saldrá bien, seremos una familia.
Hermione lloró aferrada a aquel chico del que siempre se creyó enamorada y durante unos instantes pensó en aceptar aquella oferta, sabía que él podría hacerla feliz, que podría darle estabilidad, seguridad... un hogar para ella y su bebé. Pero si algo destacaba a Hermione Jane Granger, era su capacidad para ser una persona justa y hacer aquello no sería justo para Ron, él merecía ser feliz con una buena mujer que le amara, que le comprendiera y se desviviera por él, no había un amigo más leal e integro que Ronald Weasley, no merecía menos que lo mismo de su futura esposa. Una vez, no hace demasiado tiempo, ella pensó que sería esa mujer... pero se equivocaron y asentar una familia sobre las bases equivocadas nunca daba buenos resultados.
— Gracias Ron, eres el mejor amigo del mundo
Por la sonrisa que ella le dedico, supo que no iba a aceptar su propuesta, se encogió de hombros y se sentó resignado.
— Estaremos contigo —dijo mirando a Harry, quien asintió.
Pasaron el resto de la cena pensando en todos los cambios que tendrían que hacer a partir de ahora, empezando por la excedencia en el Ministerio que debía pedir Hermione y terminando por la habitación para el bebe que tenían que comenzar a preparar.

...

— Harry ya lo hemos hablado demasiadas veces — dijo de nuevo Hermione doblando una camiseta y guardándola en el baúl.
— Pues una más Hermione — El moreno le quitó los pantalones que había cogido y los echó a un lado — No puedes irte.
La castaña suspiró y se sentó en el borde de la cama, rendida a lo inevitable de la conversación.
— Tengo que hacerlo Harry.
El moreno paseó delante de ella, de lado a lado de la habitación, pasándose los dedos entre sus despeinados mechones de pelo negro y resoplando con evidente frustración.
– Hermione piénsalo bien ¿Qué hay de los planes que habíamos hecho?
Ella suspiró una vez más y se levantó, cogiendo a Harry de la mano y frenando el desgaste a la alfombra que estaba por hacer.
— No esperaba que existiera la oportunidad de ir a Nueva York — Dijo con suavidad — Cuando pedí el traslado era una posibilidad casi imposible de conseguir.
Él chasqueó la lengua
— No hay nada imposible para la bruja más lista de nuestra generación — espetó casi inconscientemente ganándose una mirada de reprimenda de Hermione.
— Sé que él va a casarse — susurró el moreno — Pero era algo que sabías que iba a ocurrir. Podrías aceptar la oferta de Ron — Le dijo con cierta desesperación — Él sabría hacerte feliz Hermione, además cuidaría de ti y del bebé, lo sabes.
— Oh Harry claro que lo sé, pero no sería justo.
— ¡Pues cásate conmigo entonces! — Exclamó furioso — A nadie le extrañaría si Skeeter diera la noticia, podría dar un apellido a tu hijo, lo trataría como si fuera mío Hermione.
La chica le miró con los ojos desorbitados y los labios entreabiertos por la sorprensa.
— ¿Qué demonios estás diciendo Harry? ¿Qué hay de Ginny?
— Ella lo entendería. Solo serían unos años, mientras juega al Quiddich y se dedica a vivir un poco, yo la esperaría y daría una estabilidad a tu vida.
Hermione parpadeó. Ella dudaba de que su amiga lograra entender esos argumentos, pero prefirió no discutir a Harry su retorcida lógica y se lanzó a sus brazos cerrando los ojos e inhalando aquel aroma que era único y a ella le olía a familia, a hermano, a hogar.
Tembló y aguantó las repentinas ganas de llorar que la que sus padres estuvieran lejos de ella, era posible que nunca los encontrara o que jamás volvieran a recordarla, pero tenía los mejores amigos del mundo, amigos de los que darían su vida por ella, amigos dispuestos a cualquier cosa por ayudarla.
— Oh Harry... Te quiero
— Y yo a ti Hermione — Dijo él hundiendo el rostro en sus enmarañados cabellos, sabiendo, sin necesidad de palabras, que ella no aceptaría tampoco su propuesta.

La cara y la cruzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora