El Mejor Día de Tu Vida

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Nota del Autor: Esta historia fue escrita en el año 2015 y publicada en una web que ya no existe en el año 2017.



Era una fría mañana de otoño, el viento soplaba sin cesar arrastrando las hojas caídas, levantando faldas y haciendo volar sombreros. Él simplemente caminaba, cabeza en alto, pecho inflado y con paso alegre. Iba a encontrarse con ella, con su amada.


Ella, por su parte, esperaba nerviosa en su casa, revisaba cada aspecto de su sencillo, pero coqueto, atuendo. Blusa, falda, zapatos, pantis en buen estado, todo bien. Pero había algo... algo que le parecía fuera de lugar. No era su pelo, tampoco su ropa. Bueno, supuso que solo era su imaginación.


Esta era su primera cita, la primera vez que ambos iban a salir juntos. Bueno, ya habían salido juntos, pero siempre acompañados de un tercero, ya fueran padres o amigos, siempre iban acompañados. Esta iba a ser la primera vez que estarían a solas.


Él llegó a la puerta del departamento de ella, llamó a la puerta y esperó.


Ella oyó los suaves golpes en la puerta y corrió a abrir. Al llegar a esta se paró un segundo, inhaló, exhaló y miró por la mirilla de la puerta. Era él.


Abrió la puerta y le saludo. Se besaron las mejillas y el sacó un ramo de flores (Tulipanes) y él le ofreció el brazo.


- ¿Marchamos, mi bella dama? - Dijo en el tono más señorial posible. Ella rio, siempre reía cuando él era extremadamente caballeroso y cortés.


-Está bien, emprenderemos la travesía. - Ambos soltaron una risa. Ella, una extraña risa resultante de su buen humor y el nerviosismo, él, una risa un poco forzada. No acostumbraba que le siguieran el juego del habla arcaica, Además, ella no sabía lo que le esperaba.


Él le dio el mejor día de su corta vida, ella creía que la jornada con él bien podría haber sido un sueño.


Ella tenía veinte años, acababa de independizarse. El departamento donde vivía lo compartía con una amiga de la universidad. No le había dicho con quién iba a salir, pero le había dicho que, quizás, esa noche no volvería a casa. Ambas rieron ante la idea.


Él tenía veintitrés, vivía solo y tenía un pequeño café en el centro, negocio que compartía con un amigo. Él siempre se mostró interesado por ella. Cuando los presentaron, en la inauguración del departamento que ella compartía con su inseparable amiga, él le había besado la mano galantemente, mientras un compinche, probablemente amigo suyo, reía al ver la expresión en el rostro de ella. Él también rio al ver su cara roja producto de la vergüenza y se disculpó momentos después.


Ella siempre recordaba ese primer encuentro, y así lo hacía en ese momento, el momento en el que iban tomados de la mano, caminando por una plaza en dirección a...


- ¿Y ahora, a donde me llevas? - Preguntó ella. Él la miró con una sonrisa pícara.


-Te llevo al País de las Maravilla. - Rio- Te llevo a mi casa.


Estaba comenzando a atardecer cuando llegaron a la casa de él. Su último recuerdo de ese día fue el rojizo cielo que se apreciaba en el cielo.


Entonces, él le golpeó fuertemente la cabeza... Ella quedó inconsciente inmediatamente, entonces, él procedió a llevarla hasta el interior de la casa, cuidando que nadie les observara.


Él ya tenía experiencia en esto. No era la primera jovencita que caía en sus redes.


Llevó a la chica hasta el baño, y la posicionó en la tina. Salió del baño para ir a buscar lo necesario.


Para él era romántica la manera en que trataba a sus víctimas. Él trataba de darles el mejor día de sus vidas y que ese fuera su último recuerdo. Luego las llevaba a su casa, las dejaba inconscientes y las llevaba al baño, donde las anestesiaba, las desnudaba y les cortaba, con sumo cuidado, el cuello. Dejaba que la gran parte de la sangre se fuera por el drenaje. Entonces las lavaba, las desmembraba y ponía las partes del cuerpo en bolsas de basura.


Ya en la mañana, lo único que vieron sus vecinos fue a él, saliendo en su camioneta hacia quien sabe dónde.


Él iba a un vertedero. Debía deshacerse del cuerpo. Llevaba en la camioneta las bolsas que contenían los miembros del cadáver y una pala, para poder darle sepultura.


En medio del trayecto, recibió una llamada.


- ¿Aló? ¿Lucía? Sí, sí, yo también estoy emocionado por nuestra cita la próxima semana...- Esperó un poco y agregó. - Te aseguró que será el mejor día de tu vida.

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