Capítulo 4

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Gaara

Suspiré nerviosa mientras observaba mi teléfono con su número en él, quería escribirle, pero el miedo era más poderoso que yo.

Agité mis manos y solté un chillido de frustración, seguido de ese pequeño acto dejé a un lado el móvil y tapé mi cara con las almohadas. Me sentía inútil, era un simple mensaje, nada más.

La tarde había pasado volando, y por el fuerte viento y la lluvia, la abuela me prohibió salir al cementerio; a su parecer agarraría un resfrío si salía.

Quería moverme, quería gritar o salir de esa habitación. Mi pecho dolía y me sentía encerrada, seguramente estaba teniendo otro ataque de ansiedad, los tenía muy de vez en cuando y era lo más horrible que a una persona le podía pasar.

Tenía las manos sudadas y no dejaba de abrirlas y cerrarlas mientras hiperventilaba, tomé mi celular como pude y entre ese torbellino de emociones que sentí, le envié ese maldito mensaje. Si no lo hacía iba a morir de lo tonta que era.

—Soy Gaara.

Eso fue todo lo que le escribí, tanto escandalo para dos simples palabras. Siquiera decía nada importante, ya sabía quién era yo ¿por qué mierda le importaría saber mi nombre otra vez?

Respiré profundamente, me estaba alterando, hacía tiempo no me ardía el pecho así y no me daban ganas de vomitar por estar nerviosa, era como un nuevo sentimiento para mí.

A los segundos el móvil sonó, supe que era él, nadie más me hablaba.

—Gaara, aquí Tobías.

¿Que era eso? ¿Por qué mis ojos se achinaban y mis comisuras subían? No quería sentirme así. No me lo permitía. Pensé varias veces si contestarle o no, sabía que si lo hacía no habría vuelta atrás y estaríamos involucrados. ¿A quién quiero engañar? Estuvimos involucrados desde el segundo en el que se me acercó y me llamó "niña".

—No pude ir a verlos.

Escribí.
La abuela me llamó para cenar al instante en el que le di enviar al mensaje. Bajé algo apresurada y pinté un rostro afligido, como el de todos los días. Ella notaria si estaba distinta.

—Mañana los podrás ver cariño. Es solo por hoy, no quiero que enfermes—sonrió mientras terminaba de servir la comida en los platos.

Me sentí mal por ella, había perdido a su hija y ahora cargaba con la responsabilidad de cuidarme y tratar de sacarme de este pozo.

Cenamos en silencio y antes de recoger las cosas y subir a mi dormitorio la abracé. Me quedé un largo rato así, disfrutando tenerla conmigo.

Cuando cerré mi puerta y tomé mi celular, vi varios mensajes de Tobías. Varios mensajes.

—Tampoco lo vi. Escucha, sé que quieres salir. Mira, podemos ir juntos en la noche.

Mi corazón se aceleró, mi respiración ya no era regular, era una maldita locura. ¿Estaba pidiendo que escapáramos juntos al cementerio? Que iba a decirle por dios. Quería hacerlo, quería ver a mis padres... y tal vez verlo a él. Pero la idea de relacionarme me causaba terror.

—Ok. Ven a buscarme.

Chillé cuando envié ese mensaje. Iba a hacerlo, iba a escapar después de meses sin sentir esta adrenalina, y después de meses sin salir de este lugar.

Me miré en el espejo, estaba con unas calzas negras y una polera del mismo color. Mi pelo caía como cascada y mi mirada tenía algo distinto, algo nuevo.

Esperé a que la abuela se durmiera, y cuando lo hizo le escribí para que pasara por mi casa. Tomé una bocanada de aire cuando me dijo que estaba afuera, y cerrando la ventana de mi habitación, salí por la misma sigilosamente. Casi me caigo por maniobrar en ese grande y alto ventanal, pero llegue al suelo bien.

GaaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora